Tribuna:

El mundo según Clinton y Gore

La ventaja de Clinton y Gore es que ellos comprenden que el mundo es cambiante, afirma el autor en esta segunda parte en la que analiza el reto en política exterior de la nueva presidencia de EE UU, en un mundo que ya no está dividido en bloques

Si la imagen no es falsa, Clinton y Gore dan la impresión de llegar a la presidencia con un elemento de ventaja sobre los últimos presidentes: ellos sí entienden que el mundo es cambiante. Saben, o al menos parecen intuir, que hoy apenas queda margen de maniobra. Si durante los últimos años los Estados Unidos se sintieron perdidos porque no logr...

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La ventaja de Clinton y Gore es que ellos comprenden que el mundo es cambiante, afirma el autor en esta segunda parte en la que analiza el reto en política exterior de la nueva presidencia de EE UU, en un mundo que ya no está dividido en bloques

Si la imagen no es falsa, Clinton y Gore dan la impresión de llegar a la presidencia con un elemento de ventaja sobre los últimos presidentes: ellos sí entienden que el mundo es cambiante. Saben, o al menos parecen intuir, que hoy apenas queda margen de maniobra. Si durante los últimos años los Estados Unidos se sintieron perdidos porque no lograban comprender nada, ahora ya no hay excusa.George Bush no ha caído por ser un mal político, aunque su academicismo político y económico se conviritó en incapacidad para transmitir su conocimiento. Nunca comprendió la crisis interna de su país y al final su dogmatismo acabó creando miedo dentro y fuera del país.

No hay duda de que la primera tarea que tienen que resolver Clinton y Gore es la de la economía interna del país. Inmediatamente después, tendrían que encontrar un punto de equilibrio interior que será su mejor baza para poder definir la política exterior de Estados Unidos. Si no, ésta será cada vez más contradictoria.

El vicepresidente Gore, en su obra La Tierra en el balance, analiza casi con ternura un experimento desarrollado por dos físicos en un laboratorio norteamericano.

Según estos científicos, en todo cambio existen dos tipos de movimiento: uno, lento y gradual, y otro, rápido y sistémico. Hay un tercero, el llamado de "criticalidad autoorganizada", que combina los dos anteriores. Pero es que además estos dos movimientos se sienten tan irremediablemente atraídos hacia el estado crítico que, si no llega a producirse un gran movimiento de colapso total, lo que sí queda es una profunda huella. Para Gore, esta teoría podría aplicarse tanto a la vida cotidiana como al mundo en general.

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El miedo

Comenzar por un replanteamiento que realice la política exterior desde un interior estable, logrando el equilibrio, acabaría con el miedo. Y si todo va bien en Estados Unidos, todo irá mejor en el resto del mundo, porque su inestabilidad nos hipoteca y su miedo nos atrae y nos contagia fatalmente.

En los países latinoamericanos, por ejemplo, son tantas las dificultades que tienen sus gobernantes que no se podrían plantear crear problemas a los Estados Unidos, pero, ante la no ruptura ni desvinculación de los inmigrados latinoamericanos, no sería un escenario improbable que grandes segmentos de la población latinoamericana dentro de Estados Unidos pudieran verse influenciados o instrumentados desde el exterior contra la propia política norteamericana. La política exterior de Clinton y Gore para Latinoamérica comienza en casa.

Saber sopesar dónde se halla el punto de equilibrio del gran flujo de movimientos migratorios masivos, no ya sólo procedentes de Latinoamérica sino también de los países del Este de Europa, significaría quizá detectar y posiblemente detener lo que podría acabar convirtiendo a esta última década del siglo en una de gran violencia. Clinton y Gore no podrán cerrar los ojos ante la descomposición del ex imperio soviético y deberían reforzar al Gobierno ruso, esté quien esté en el poder, ante el frío y crudo invierno que se ha instalado allí.

Lograr el punto de equilibrio incluiría también no infravalorar ni revocar la política seguida por Bush en el Pacífico. Ellos, nacidos en la cultura de bloques y sin memoria histórica de Japón como país agresor, no sólo tendrán que definir quiénes son los nuevos enemigos, que muy bien podrían ser los amigos de ayer, sino también, al igual que le pasó a Roosevelt, jugarse gran parte del ecosistema futuro en el Pacífico.

La partida que se está jugando en Asia quizá ponga en entredicho la teoría euroasiática de Karl Haushofer y el resultado podría ser la creación de un eje Tokio-Beijing-Seúl. No hay que olvidar que al desaparecer el elemento de contención que representaba el bloque soviético China hoy podría bascular hacia Oriente. La política china está siguiendo la vieja y valiosa regla política de que no es posible el cambio político sin un cambio económico. Si Clinton y Gore intentan romper este equilibrio, dejarían a China libre para iniciar esta andadura de la mano de Japón, poniendo en peligro la influencia norteamericana en esta zona.

En consecuencia, la política exterior de Clinton y Gore debería basarse en una cierta vigilancia y en favorecer las políticas que faciliten las democracias y los derechos humanos, pero el nivel de actuación no podrá ser el mismo porque han cambiado los objetivos y las necesidades del mundo. El precio del desequilibrio ha sido parte de la desintegración de los Estados Unidos. Sólo si vuelve a encontrar ese equilibrio podrá aspirar a jugar un papel mediador y sólo Estados Unidos podrá tomar la iniciativa para emprender esta estrategia global.

Potenciar la ONU

¿Pero sería justo que la articulación de estas políticas de estrategia global recayera exclusivamente en los Estados Unidos y en sus contribuyentes? Quizá durante estos años debería producirse una potenciación de Naciones Unidas que convirtiera a este foro internacional en lo que nunca ha conseguido ser hasta ahora.

En 1961, el presidente Eisenhower no quiso salir de la Casa Blanca sin dejar a su joven sucesor un consejo que le fuera de utilidad. En su discurso de despedida, el viejo general advirtió sobre un peligro que se mantenía latente desde finales de la Segunda Guerra Mundial: "Debemos protegernos de la creciente influencia de la industria militar que nosotros mismos nos hemos visto obligados a crear. El potencial de este desastroso poder, ya sea consciente o inconscientemente, existe y persistirá".

Eisenhower fue un producto de su tiempo que dio lo que el público quería en los años cincuenta. La historia a veces le ha juzgado como un presidente mediocre e inepto y a veces como un genio político.

Para pasar a la historia Clinton y Gore deberán comprender de los errores del pasado y certificar que la colonización salvaje ha muerto. Gore, y probablemente Clinton también, sabe que a veces sólo se encuentra algo cuando se pierde.

es periodista.

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