Crítica:OTOÑO EN EL CONDE DUQUE

La guitarra siamesa

La carpa del Cuartel del Conde Duque estaba -a rebosar y los organizadores se daban de cabeza contra la lona por no haber trasladado el recital a un local mayor. 4.500 personas acudieron a una nueva cita con B. B. King, que este año ha visitado España con asiduidad en un momento dulce para el blues. Y no salieron defraudados.La noche comenzó con Robert Cray, un guitarrista y cantante norteamericano de 39 años que formó su primer grupo bajo la influencia de los Beatles, aunque muy pronto un concierto de Albert Collins le hizo cambiar de dirección y coger la vía del blues. Acompaña...

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La carpa del Cuartel del Conde Duque estaba -a rebosar y los organizadores se daban de cabeza contra la lona por no haber trasladado el recital a un local mayor. 4.500 personas acudieron a una nueva cita con B. B. King, que este año ha visitado España con asiduidad en un momento dulce para el blues. Y no salieron defraudados.La noche comenzó con Robert Cray, un guitarrista y cantante norteamericano de 39 años que formó su primer grupo bajo la influencia de los Beatles, aunque muy pronto un concierto de Albert Collins le hizo cambiar de dirección y coger la vía del blues. Acompañado por un grupo de músicos blancos, demostró una vez más su consistencia musical y su facilidad para la apertura hacia otros estilos derivados del blues, como el soul y el sonido memphis, intentos de los músicos negros por recuperar unas raíces que los blancos habían desteñido con su utilización del rock and roll.

The Robert Cray Band & B

B. KingB. B. King (guitarra, voz), James Bolden (trompeta), Walter King y Melvin Jackson (saxo), Leon Warren (guitarra), Michael Doster (bajo), Calep Emphrey (batería), Tony Coleman (percusión). Robert Cray (guitarra, voz), Karl Sevareid (bajo), Kevin Hayes (batería), Jimmy Pugh (teclados), Ed Manion (saxo), Mark Pender (trompeta). 4.500 personas. Precio: 3.50 0 y 2.800 pesetas. Carpa de¡ Conde Duque. Madrid, 21 de noviembre.

Cray es un magnífico guitarrista, y un cantante que de vez en cuando ve aparecerse el espíritu de Sam Cooke. Se fuga del esquema clásico del blues sin perder de vista el origen, la intensidad y la profundidad de esta música, y su actuación fue extensa y excelente, incluso más centrada que en visitas anteriores. Un aperitívo de lujo para el plato fuerte de la noche.

Tras una larga espera, la orquesta, nunca mejor dicho, que acompaña a B. B. King preparó el ambiente para la aparición del rey. A sus 67 años, King comenzó trepidante, demostrando que la artrosis no aparece en su cuadro clínico. Peso pesado del blues, tiene dos manos que parecen morcillas pero cuando las pone sobre la guitarra aquello es una gloria y una prolongación de su persona, de su espíritu y de su voz. Un modelo de expresión.

King basa la expresión en la intensidad, en la precisión, en el ataque, en la sonoridad... en fin, en una relación íntima e intensa con la guitarra, relación que viene desde que el músico comenzó a grabar en Memphis en 1949 y que, dos años después, ya concretaba en temas como Three o'clock blues. Entonces, todavía no se lanzaba como un león sobre los agudos pero ya utilizaba, su instrumento para responder a la voz y no para acompañarla -segunda rúbrica-, con un fraseo ortodoxo, perfecto, sin adornos superfluos.

Hoy, B. B. King utiliza estas senas de identidad para plasmar la esencia del blues. Una esencia que en Madrid tuvo sus mejores momentos cuando al final, ya sentado, recordó a Muddy Waters, a Jimi Hendrix y a Steve Ray Vaughan, buceó en el Rock me baby y demostró por qué hoy es el centro que reúne una nueva afición y un nuevo respeto por el género, rejuveneciendo con su audiencia y desfosilizando su perdurabilidad. Como un viejo faro con su voz y su guitarra siamesa.

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