"Me han convertido en un monstruo"

Una mujer, traumatizada por una operación de estética, demandada por su propio cirujano

Rosa María Pau sólo quería que le redujeran sus pechos para estar más guapa. "Las posibilidades de que algo vaya mal son tantas como pasar bajo un balcón y que se te caiga encima una maceta", le dijo Adolfo Gómez Montoya, especialista en cirugía plástica. El 25 de mayo de 1988 fue intervenida en Madrid. Desde entonces, su vida ha sido un infierno jalonado por un intento de suicidio y la separación matrimonial. "Me han convertido en un monstruo", afirma.

Rosa una valenciana de 32 años, recuerda: "A los dos días de la operación, en la clínica Ruber Internacional de Madrid, me aparecieron ...

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Rosa María Pau sólo quería que le redujeran sus pechos para estar más guapa. "Las posibilidades de que algo vaya mal son tantas como pasar bajo un balcón y que se te caiga encima una maceta", le dijo Adolfo Gómez Montoya, especialista en cirugía plástica. El 25 de mayo de 1988 fue intervenida en Madrid. Desde entonces, su vida ha sido un infierno jalonado por un intento de suicidio y la separación matrimonial. "Me han convertido en un monstruo", afirma.

Rosa una valenciana de 32 años, recuerda: "A los dos días de la operación, en la clínica Ruber Internacional de Madrid, me aparecieron bajo las mamas unos agujeros grandes como puños de los que salieron hilos". Ahora, cuatro años después, el médico que la operó ha demandado a Rosa por el impago de sus honorarios. Los pechos de Rosa carecen de sensibilidad y han perdido para siempre su capacidad de amamantar.El relato de Rosa no tiene fisuras: es una grieta. Vive atemorizada por su propio cuerpo. No se atreve a salir de su casa de Carcagente (Valencia). Ha perdido su puesto en una empresa naranjera de la localidad. "Intenté volver a trabajar, pero como por la operación apenas tengo fuerza en los brazos, no puedo ni siquiera levantar una caja de naranjas

Estéticamente, la intervención fue un desastre, a juicio de Rosa María, quien se palpa los senos y se pregunta sollozando: "Yo no era fea, pero, ahora, ¿quién se puede acercar a mí? He perdido toda sensibilidad. No puedo mantener relaciones con los hombres. Me dejan porque les doy asco". Traumatizada por los efectos de la intervención quirúrgica, está en tratamiento psiquiátrico desde que fue operada. Cuatro años de infierno y soledad. Solamente su familia y Encarna Pérez Tomás, la amiga que la acompañó en la operación, cuidan de ella.

La situación de Rosa María no ha impedido que el cirujano le haya denunciado ante los tribunales. Montoya pretende que la paciente le pague sus honorarios -300.000 pesetas-, los de su ayudante -40.000 pesetas- y los del anestesista -50.000 pesetas-. Esta demanda ha hundido a Rosa María, que recibió la notificación judicial la pasada semana. "¡Quien tiene que pagar es él!", grita llorando Pau, que añade que ella pagó ya unas 200.000 pesetas.

"La idea de operarme surgió al ver por televisión al doctor Montoya", rememora Pau. El 10 de marzo de 1988 acudió a la consulta de este cirujano estético, quien, dos meses después, la llevó al quirófano. "Me dijo que todo era fácil, que no me preocupase... Me quitaron tres kilos de mamas", especifica Rosa.

Necrosis

Cuarenta y ocho horas después de la intervención volvió a Carcagente, donde empezó a notar fuertes dolores en los pechos. Su estado fue de mal en peor. "Llamé al médico, pero en la clínica me constestaron que estaba de vacaciones. Entonces acudí a otro especialista", explica. El informe de este facultativo -el cirujano valenciano Francisco Javier García Mingo- indica que la paciente sufría una necrosis y signos inflamatorios en ambos pechos, diagnosticados como abcesos mamarios posoperatorios.Rosa María, tras ser tratada en el Instituto Valenciano de Oncología, volvió tres veces a la clínica de Madrid, donde, según su relato, no pudo ver más que una vez al doctor Montoya, pese a sus requerimientos. "Allí me terminaron de curar las heridas, pero no las secuelas. El día que me vio Montoya, me sacó una gasa del pecho", dice.

Adolfo Gómez Montoya le ofreció una nueva operación. "¿Cómo me puedo fiar de ese médico después de lo que me ha hecho?", dice Rosa María. "Incluso llegaron a decirme que estaban dispuestos a pagarme otra clínica. Yo me lo creí e inicié una cura de adelgazamiento. Entonces me llegó la demanda de Montoya", añade. Este periódico trató sin éxito de recabar la versión de Montoya, que desde hace dos anos ya no trabaja en la clínica Ruber Internacional.

"Ella no acepta su cuerpo. Le han hecho es una chapuza. No sólo es estéticamente brutal y deplorable, sino que desde esa operación padece de graves depresiones. Está constantemente en tratamiento con ansiolíticos y psicotrópicos, pero la ansiedad jamás le desaparece", dice el médico de cabecera de Rosa María.

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