Crítica:CLÁSICA

Tomás Marco y su imagen del mundo

La figura y la obra plural de Tomás Marco constituyen un capítulo imprescindible en nuestra historia musical contemporánea.Nacido en 1942, pertenece a la generación del 46, pero funcionó, en acciones y solidaridades, como hermano menor de sus antecesores, mayor de sus congeneracionales y orientador de sus sucesores. Ahora bien, se equivocará quien apunte la creación de Marco al haber de los músicos del 51, lo que con el paso del tiempo y el avance de su producción se patentiza cada vez con mayor evidencia.

Marco ha cumplido este año medio siglo de existencia y con tal motivo son muy num...

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La figura y la obra plural de Tomás Marco constituyen un capítulo imprescindible en nuestra historia musical contemporánea.Nacido en 1942, pertenece a la generación del 46, pero funcionó, en acciones y solidaridades, como hermano menor de sus antecesores, mayor de sus congeneracionales y orientador de sus sucesores. Ahora bien, se equivocará quien apunte la creación de Marco al haber de los músicos del 51, lo que con el paso del tiempo y el avance de su producción se patentiza cada vez con mayor evidencia.

Marco ha cumplido este año medio siglo de existencia y con tal motivo son muy numerosos y diversos los homenajes que ha recibido aquí y fuera de aquí. El celebrado anteanoche en el Auditorio Nacional reúne especiales significaciones, aparte la extraordinaria calidad de las versiones.

Festival de Otoño-Madrid 92

Joven Orquesta Nacional de España y Coro de la Comunidad de Madrid. Director del coro: Miguel Groba. Director: Edmon Colomer. Obras de Tomás Marco. Auditorio Nacional. Madrid, 28 de octubre.

Por una parte, se trata de un formidable esfuerzo de la JONDE y de su director, Edmon Colomer, para montar con toda responsabilidad y acierto un monográfico de gran dificultad, más estimable si se piensa que a la vez el juvenil conjunto trabajaba Atlántida, de Falla-Halffter; de otro lado, Tomás Marco estrenaba una nueva sinfonía escrita en 1991-1992 a instancia de la Joven Orquesta. Hace el número seis y en muchos aspectos supera la importancia de las anteriores. Hay que decir de entrada que el público, en el que se veían rostros muy conocidos de nuestra vida musical y cultural, recibió la nueva partitura con aplausos que redobló en gesto de adhesión al compositor madrileño.

En la sexta sinfonía, subtitulada Imago mundi, el músico parte, una vez mas, de supuestos culturales, esta vez científicos y bastante más complicados que la evocación de la España barroca en Autodafé (1975) o en el dolor intenso y contenido de Transfiguración, para coro (1974), obras que antecedieron a la sinfonía en el programa homenaje. Podría haberse incluido Angelus novus (mahleriana), de 1971.

Algunos supuestos de la moderna física del caos aplicados al comportamiento de las masas sonoras y de la forma musical sirven, según el autor, de punto de partida para una sinfonía amplia, densa en su textura, que a veces se aligera en necesario juego de contrastes. Subrayemos lo de punto de partida, pues una vez que Marco se pone a trabajar lo que funciona es la música en sus propios e intransferibles valores.

Personal e intransferible, la nueva sinfonía fija con máxima brillantez los perfiles de un compositor cuyo ejemplo ha beneficiado a muchos creadores más jóvenes que aprendieron de Marco a caminar por su propia senda.

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