Un sentido crítico de la pintura

Con la llamada figuración madrileña ocurre como tantas veces suele pasar con las etiquetas en arte: nadie sabe bien qué es y cómo ha llegado a funcionar, pero a pesar de estas vaguedades acaba sedimentándose en la memoria. En realidad, se trató de una convergencia amistosa de un reducido grupo de jóvenes artistas con similares inquietudes en el Madrid de finales de los sesenta y comienzos de los setenta.Era, pues, un conjunto heteróclito de personalidades y estilos, con procedencias e intereses por el arte, la música pop o la poesía visual, incluso de distintos lugares geográficos que centraro...

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Con la llamada figuración madrileña ocurre como tantas veces suele pasar con las etiquetas en arte: nadie sabe bien qué es y cómo ha llegado a funcionar, pero a pesar de estas vaguedades acaba sedimentándose en la memoria. En realidad, se trató de una convergencia amistosa de un reducido grupo de jóvenes artistas con similares inquietudes en el Madrid de finales de los sesenta y comienzos de los setenta.Era, pues, un conjunto heteróclito de personalidades y estilos, con procedencias e intereses por el arte, la música pop o la poesía visual, incluso de distintos lugares geográficos que centraron su práctica artística en Madrid, pero unidos todos ellos por una común reacción contra el dogmatismo vanguardista antipictórico del momento, y, asimismo, por su precursora voluntad de practicar una actitud ecléctica luego popularizada como posmodernismo en los ochenta.

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Bajo la inicial sombra tutelar de Luis Gordillo, perteneciente a otra generación, pero al que defendieron estos jóvenes neofigurativos, el grupo estaba formado por Carlos Alcolea, Guillermo Pérez Villalta, Carlos Franco, Rafael Pérez Mínguez, Manolo Quejido, Herminio Molero y, a última hora, también Chema Cobo.

Estímulos

Algunos de éstos dejaron de pintar temporal o definitivamente, como Pérez Mínguez o Molero; otros cambiaron completamente de orientación, como Quejido y Cherna Cobo, pero el espíritu del grupo cumplió su función estimulante y consolidó nítidamente una imagen del arte español.

Entre todos ellos, el papel de Alcolea fue seguramente el de haber sido quien aportó un sentido crítico más agudo y una mayor complejidad a la pintura, además de haber sido quizá el que planteó de forma más radical el uso del color, uno de los santo y seña de esta generación.

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