LA MAESTRANZA

Diploma de aficionado

Más que aficionado, hay que ser santo para ir la Maestranza un 2 de agosto, con el termómetro en todo lo alto, a 3.000 pesetas el tendido de sombra y una terna que sueña con un triunfo que, casi siempre, resulta imposible. Así se explica que hubiera menos de media entrada. Lo que no se explica es que, a la salida, no se concediera un diploma acreditativo de haber superado la más dura prueba como aficionado.Vicente Bejarano es torero de gusto. En su primero, dejó la miel en los labios. Un novillo flojo, pero nobilísimo, al que toreó muy bien pero sin rematar la faena. Le concedieron una oreja b...

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Más que aficionado, hay que ser santo para ir la Maestranza un 2 de agosto, con el termómetro en todo lo alto, a 3.000 pesetas el tendido de sombra y una terna que sueña con un triunfo que, casi siempre, resulta imposible. Así se explica que hubiera menos de media entrada. Lo que no se explica es que, a la salida, no se concediera un diploma acreditativo de haber superado la más dura prueba como aficionado.Vicente Bejarano es torero de gusto. En su primero, dejó la miel en los labios. Un novillo flojo, pero nobilísimo, al que toreó muy bien pero sin rematar la faena. Le concedieron una oreja benévola que le va a servir de poco. Se peleó con el manso cuarto, y aguantó tarascadas que ningún empresario le va a reconocer.

Peña / Bejarano, Cid, Martínez

Seis novillos de Campos Peña, mansos y nobles; excepto 2º, encastado. Vicente Bejarano, estocada tendida (oreja); pinchazo y casi entera (ovación). Pedro Cid, pinchazo y estocada (ovación); seis pinchazos, media -aviso-, media y un descabello (silencio). Manolo Martínez, dos pinchazos y estocada corta (silencio); estocada que asoma y dos descabellos (silencio). Plaza de la Maestranza, 2 de agosto. Menos de media entrada.

Pedro Cid es de esos chavales que, cansados de no torear, suplican una actuación en la Maestranza. En su primero, el más encastado de los seis, estuvo siempre a merced del animal. En su segundo, más aspero, navegó. Voluntad le sobra; le falta casi todo lo demás. Manolo Martínez tiene un ángel de la guarda como compañero. De lo contarío, no se explica como no visitó la enfermería. No maneja ni capote, ni muleta, ni estoque. Indefenso siempre, con el ay en los tendidos, evidenció que su carrera no va a ser nada fácil.

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