Crítica:16º FESTIVAL DE JAZZ DE VITORIA

El acabose

No hay festival de jazz que se precie que no incluya de vez en cuando una jornada dedicada al blues."El blues es el origen de todo", suelen decir los organizadores de estos acontecimientos para así justificar su programación. Sin duda, es cierto lo que dicen, pero resulta sospechoso que programen siempre una sesión dedicada al blues urbano de maneras toscas y volúmenes atroces; porque ese blues es de ritmo machacón, como el hacha de un talador y monótono como el ran ran del asno en la noria. Contratan, en fin, el blues más comercial, que es precisament...

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No hay festival de jazz que se precie que no incluya de vez en cuando una jornada dedicada al blues."El blues es el origen de todo", suelen decir los organizadores de estos acontecimientos para así justificar su programación. Sin duda, es cierto lo que dicen, pero resulta sospechoso que programen siempre una sesión dedicada al blues urbano de maneras toscas y volúmenes atroces; porque ese blues es de ritmo machacón, como el hacha de un talador y monótono como el ran ran del asno en la noria. Contratan, en fin, el blues más comercial, que es precisamente al que el jazz no debe vasallaje alguno. Ni que decir tiene que el Polideportivo de Mendizorrotza se llenó a reventar, hasta la bandera.

Rachelle Ferrell, Buddy Guy & Band y B

B. King, Julian Joseph QuartetLugar: Polídeportívo de Mendizorrotza. Sala Araba. Vitoria. Día 18 de julio.

Voz como un castillo

No fue, sin embargo, una cantante de blues la que abrió el evento. Rachelle Ferrell está adscrita, por el momento, a algo que llamaremos fusión a falta de mejor término. Si bien se especuló con que podría cantar jazz, lo cierto es que posee una voz como un castillo, que hace ostentación de negritud y se quiebra allí donde las leyes del soul y del pop dictan; una voz que, a la vista de las naderías que escoge para lucirla, no se merece.Tras un larguísimo descanso, quien compareció fue Buddy Guy y su banda, compuesta exclusivamente por músicos blancos de largas melenas rubias, que parecían directamente sacados de Woodstock.

A Guy, se le vio entregado, algo histriónico y bastante despistado, pues con tanta imitación de Jimmy Hendrix, John Lee Hooker y Eric Clapton, el tiempo acabó echándosele encima y tuvieron que avisarle y advertirle de que todavía le quedaba por dar la consabida vuelta por los graderíos. Buddy Guy la dio solícito y triunfó, más que Rachelle Ferrell, pero menos que el rey que iba a actuar después. Todo puesto de acuerdo con la escala jerárquica que siempre impera en este tipo de conciertos.

Se le censura al rey B. B. King lo acartonado que resulta su espectáculo, lo medido que lo lleva todo y el mucho dinero que se embolsa por ha cer lo mismo de siempre. Todo esto es cierto, pero también, lo es que B. B. King posee una grandeza en la voz y un duende en la guitarra que Buddy Guy, que es apreciado por otros gustos de estilo más underground, ni siquiera podría alcanzar a soñar. El rey del blues hizo durante su actuación en Mendizarrotza lo que sabe hacer bien, incluidas esas piezas lentas, re cogidas y hondas que le han ganado un hueco en la gran historia de la música popular. Al fi nal, King acabó regalando in signias y cadenitas. Fue el acabose.

En total, la sesión de clausura de este Festival de Vitoria duró ni más ni menos que cinco horas y media, casi lo mismo que una jornada laboral normal y resultó casi tan fatigosa como ésta. El poco jazz estuvo, en la sala Araba, donde el pianista británico Julian Joseph ofreció en formación de cuarteto una música enérgica, basada en conceptos coltranianos, lo que es una apuesta fuerte por el jazz decidido. Es muy aconsejable que Vitoria mantenga la ilusión en este apartado del Jazz del siglo XXI, para salvar días como éste, por ejemplo.

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