LA LIDIA

Aburrimiento y orejas en Segovia

La corrida fue muy larga, se cambiaron los toros con un solo puyazo y ocurrió un poco de todo. Hubo faenas normalitas u buenos pares de banderillas a cargo de Ángel Majano, Monaguillo de Colombia y Juan Cubero. Hubo orejas pero también aburrimiento. El ganado no fue muy bueno que digamos. Se iba viniendo abajo o desarrollando genio. Dió más juego en banderillas que en los demás tercios, y no le sobraron fuerzas.César Rincón estuvo valiente en sus dos toros. Toreó con sinceridad, cruzado y dando distancia. En su primero logró una faena de derechazos mandones; aguantó en el otro, un toro de medi...

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La corrida fue muy larga, se cambiaron los toros con un solo puyazo y ocurrió un poco de todo. Hubo faenas normalitas u buenos pares de banderillas a cargo de Ángel Majano, Monaguillo de Colombia y Juan Cubero. Hubo orejas pero también aburrimiento. El ganado no fue muy bueno que digamos. Se iba viniendo abajo o desarrollando genio. Dió más juego en banderillas que en los demás tercios, y no le sobraron fuerzas.César Rincón estuvo valiente en sus dos toros. Toreó con sinceridad, cruzado y dando distancia. En su primero logró una faena de derechazos mandones; aguantó en el otro, un toro de media arrancada que desarrolló sentido.

Joselito hizo dos faenas interminables, con desigual factura artística. En la primera, al noble toro lo toreó con ambas manos, consiguiendo los mejores pases en el toreo al natural, cuando no embarcó con el pico y se embraguetó con el burel. Se adornó bien y logró los olés más cerrados de la tarde. Pero no supo medir las faenas, ni esta ni la del último, y por no acertar con la espada, se quedó sin trofeos.

Martín / Domínguez, Rincón, Joselito

Toros de María Lourdes Martín, terciados, cómodos; 1º, sobrero -en sustitución de un inválido-, anovillado, sospechoso de pitones. Roberto Domínguez: silencio; oreja protestada. César Rincón: oreja; palmas. Joselito: aviso antes de entrar a matar y ovación; aviso y palmas. Plaza de Segovia, 29 de junio. Segunda corrida de feria. Casi lleno.

Roberto Domínguez mató tres toros. Y no porque le regalaran un sobrero -como le regalaron una oreja, que dignamente rechazó-, sino porque a su inválido primero no lograban meterlo en chiqueros, una vez devuelto por el presidente, y tuvo que matarlo en el ruedo. El sobrero estaba aún más inválido: nada que hacer. Y con el tercero que estoqueó, tesón y entrega al comenzar la faena de rodillas, pero ya de pie no pudo con el genio del toro, y con una estocada en el morrillo, después de citar con un bocinazo, consiguió una oreja protestada y el propio torero entendió que no era de recibo.

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