FERIA DE SAN ISIDRO

Una corrida para el Guiness

Los caballistas saludaron 94 veces y les aplaudieron 38 minutos

JUAN MORA Aún no había salido el primer toro y los rejoneadores ya se habían descubierto 17 veces para corresponder, o provocar, que no se sabe bien quién empezaba, a los aplausos del público. Para entonces ya iban 2.30 minutos de ovaciones. Tan jaleado trámite correspondió al paseíllo, al lucimiento de los caballos, a una vuelta al ruedo, a la despedida de los caballistas, a la ceremonia de confirmación de alternativa y al permiso que pedía Luis para que la corrida empezara.Los espectadores aplaudieron tanto que a partir del tercer toro se empezó a notar que no dosificaban. Después de que Lui...

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JUAN MORA Aún no había salido el primer toro y los rejoneadores ya se habían descubierto 17 veces para corresponder, o provocar, que no se sabe bien quién empezaba, a los aplausos del público. Para entonces ya iban 2.30 minutos de ovaciones. Tan jaleado trámite correspondió al paseíllo, al lucimiento de los caballos, a una vuelta al ruedo, a la despedida de los caballistas, a la ceremonia de confirmación de alternativa y al permiso que pedía Luis para que la corrida empezara.Los espectadores aplaudieron tanto que a partir del tercer toro se empezó a notar que no dosificaban. Después de que Luis se hubiera llevado en el primer toro 6.30 minutos de aplausos Antonio 4.15 en el segundo Álvaro 7 en el tercero, los entusiasmos fueron a menos. Porque Moura recibió 5 minutos de ovación en el cuarto, la collera Moura-Álvaro 4.30 en el quinto y la pareja siguiente, 2.45 en el sexto.

En ese momento moría el último toro del encierro. Eran las 20.52 horas, más temprano que nunca. Así que la gente se puso en pie y continuó aplaudiendo 5.45 minutos más, primero a los hermanos Domecq y luego a los cuatro rejoneadores. En 1.58 horas de corrida se había pasado 38.15 minutos batiendo palmas; es decir, algo así como 19 segundos de cada minuto.

Aplaudir los errores

En ese cómputo global de ovaciones quedaron contabilizados los segundos que el público estuvo aplaudiendo -hasta que se dio cuenta de su error-, la banderilla que Antonio no clavó y el rejón de muerte que resultó ser un bajonazo.

Tan incondicional y continuada manifestación de afecto obligó a los rejoneadores a tener casi constantemente el sombrero en la mano para corresponder. Pero a veces sucedía al revés, que se lo quitaban porque sí y los espectadores rompían a aplaudir.

En una ocasión Álvaro se retiraba para cambiar de montura entre una salva de aplausos. Se acallaron cuando iba a cruzar la puerta hacia el patio de caballos, Álvaro entonces ralentizó el paso, saludó y los espectadores de aquel sector enardecieron de nuevo.

Pero Álvaro no fue el que más veces se descubrió, pues aún le superó por dos su sobrino Luis, que saludó sombrero en mano en 24 ocasiones, cuatro más que su hermano Antonio Moura se quitó menos el tricornio porque faenaba sin él, pero repitió 28 veces un gesto similar elevando el brazo.

Y ese balance, aseguran aficionado., no es de récord: en la anterior corrida de rejoneo los sombrerazos y los aplausos doblaron a los que hubo ayer.

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