Gran faena de Ortega Cano

Mora / Ortega, GutiérrezToros de Fernando de la Mora Ovando, con cuajo y nervio; 4o y 5o, francos. Ortega Cano: metisaca, rueda de peones, estocada ida, rueda de peones y cuatro descabellos (silencio); estocada desprendida caída tendida, rueda de peones y descabello (silencio); estocada (dos orejas). Jorge Gutiérrez: estocada corta y rueda de peones (silencio); estocada delantera contraria tendida y rueda de peones (silencio); estocada caída y rueda de peones (pitos). Plaza Monumental de México, 16 de febrero. Cerca del lleno.

En el mano a mano de José Or...

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Mora / Ortega, GutiérrezToros de Fernando de la Mora Ovando, con cuajo y nervio; 4o y 5o, francos. Ortega Cano: metisaca, rueda de peones, estocada ida, rueda de peones y cuatro descabellos (silencio); estocada desprendida caída tendida, rueda de peones y descabello (silencio); estocada (dos orejas). Jorge Gutiérrez: estocada corta y rueda de peones (silencio); estocada delantera contraria tendida y rueda de peones (silencio); estocada caída y rueda de peones (pitos). Plaza Monumental de México, 16 de febrero. Cerca del lleno.

En el mano a mano de José Ortega Cano -que reaparecía, tras su grave cogida- y Jorge Gutiérrez, presenciamos una faena de tronío del cartaginés, que lo consagró ante la afición mexicana. Se corrieron toros con presencia -530 kilos de promedio-, de los cuales cinco cumplieron con el caballo, y con los lidiadores desarrollaron nervio en general.

El que abrió plaza salió claro y permitió a Ortega lucirse en verónicas. Pero en el último tercio el cornupeta se apagó y el diestro se vio desconfiado y abrevió. Al tercero, bueno por el derecho, Ortega sólo le marcó la suerte, ya que se veía desentrenado. Lo grande vino en el quinto de la tarde.

Salió una res brava llamada Seda Gris, que al romper mostró una calidad pastueña y una riqueza extraordinaria, lo cual permitió que Ortega Cano, "con el corazón en el engaño" -como él mismo manifestó-, le cuajara una faena con pasión y de gran clase. En un quehacer con cadencia, profundidad y sobriedad, ejecutó su toreo dando el pecho con pureza y finura en sus procedimientos y, al correr la mano desmayada y erguido el cuerpo girando con la cintura, deslizaba la muleta por la arena y parecía que jugaba con el ejemplar de carretilla al llevarlo empapado en las bambas del refajo. Hubo momentos en que lo pases parecían eternizarse en e tiempo y en el espacio.

Al segudo, un manso de cuidado, Jorge Gutiérrez trató de hacerlo embestir. Al cuarto, un ejemplar de trapío que romaneó varias veces al caballo, no le supo dar la distancia, y el hidalguense fue de más a meno en su labor. El boyante toros fue con las orejas al destazadero (que es como llamamos aquí al matadero) ante el malestar del público, pues no entendí por qué Gutiérrez había desaprovechado el buen estilo de la res. Al sexto, blando y avanto, Jorge Gutiérrez le hizo una faena de aliño con mucha agallas. El respetable lo despidió con abucheos pues esperaba del diestro mexicano un mejor desempeño.

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