Editorial:

Meteduras de pata

EL DEBATE sobre la corrupción está sobrepasando los buenos usos del juego democrático. A las necedades de unos responden los exabruptos de otros y los lamentos hipócritas de muchos. Menudean las meteduras de pata.El líder del Partido Popular, José María Aznar, abrió fuego con una comparación lamentable y no contrastada: la de pretender que el actual régimen democrático es más corrupto que los 40 años de franquismo. Ahora, el líder del PSOE y presidente del Gobierno, Felipe González, ha expresado públicamemte su repugnancia frente a aquellos que él dice saber que son corruptos y que están todo ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

EL DEBATE sobre la corrupción está sobrepasando los buenos usos del juego democrático. A las necedades de unos responden los exabruptos de otros y los lamentos hipócritas de muchos. Menudean las meteduras de pata.El líder del Partido Popular, José María Aznar, abrió fuego con una comparación lamentable y no contrastada: la de pretender que el actual régimen democrático es más corrupto que los 40 años de franquismo. Ahora, el líder del PSOE y presidente del Gobierno, Felipe González, ha expresado públicamemte su repugnancia frente a aquellos que él dice saber que son corruptos y que están todo el día denunciando la corrupción. Las sensaciones son libres, pero manifestarlas en público sin pruebas cuando apuntan a conductas legal y políticamente perniciosas -algo que el presidente del Gobierno justamente ha criticado cuando ha sido destinatario de algunas acusaciones- no sólo es arriesgado: no encaja en las reglas de juego de un Estado de derecho. No se puede decir una cosa así y seguir como si nada. No denunciar a los corruptos desmoraliza a la sociedad, además de dejarla indefensa ante sus maquinaciones.

Para más inri, Pascual Sala, presidente del Consejo General del Poder Judicial, acaba de meter la pata que faltaba. Como prueba de que la corrupción no es generalizada, Sala aduce la existencia de un remedio infalible frente a ese riesgo: el ejercicio de los derechos democráticos. Una obviedad con la que se pretende probar demasiado y no prueba nada. A veces, grandes causas tienen su talón de Aquiles en sus abogados: resulta demasido patente la finalidad burdamente apologética de su declaración.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En