Cartas al director

Espejismo en la calle de Cervantes

Madrid. Calle de Cervantes. Seis de la tarde. Con inusitada rapidez, una serie de grúas retiran los coches aparcados. En una media hora la calle aparece desierta de coches. Los vecinos descubrimos asombrados cómo pudo ser nuestra calle allá por 1600, cuando la habitaron nuestros vecinos Cervantes, Lope de Vega y Quevedo.A pesar de la suciedad de las fachadas, de los letreros de plástico, de las aceras destrozadas y de alguna reciente construcción horrible, al despejarse de coches nuestra calle recobraba su origen natural como camino del centro al Prado.

Y aparecía casi bonita. Casi agra...

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Madrid. Calle de Cervantes. Seis de la tarde. Con inusitada rapidez, una serie de grúas retiran los coches aparcados. En una media hora la calle aparece desierta de coches. Los vecinos descubrimos asombrados cómo pudo ser nuestra calle allá por 1600, cuando la habitaron nuestros vecinos Cervantes, Lope de Vega y Quevedo.A pesar de la suciedad de las fachadas, de los letreros de plástico, de las aceras destrozadas y de alguna reciente construcción horrible, al despejarse de coches nuestra calle recobraba su origen natural como camino del centro al Prado.

Y aparecía casi bonita. Casi agradable. Pero inmediatamente la suciedad del suelo nos devolvió a la realidad. Basura, un colchón viejo, cartones, aceite en el asfalto; basura, basura... Pero, justo cuando esta realidad nos volvía a agredir con su espanto, aparecieron los barrenderos. Se limpió la calle, se regó... Estábamos alucinados. Bajé con mis hijas a pasear, a disfrutar de mi calle. ¡No dábamos crédito! A poco de andar unos pasos, unos municipales y algún coche patrulla nos desveló la verdad. Su majestad el Rey vendría a cenar a un restaurante. El Rey también sería testigo del espejismo que estábamos contemplando. Sólo que, a diferencia de los vecinos, y afortunadamente para él, ese espejismo sería el recuerdo real de nuestra desgraciada calle. Porque duró poco. A la mañana siguiente la calle de Cervantes aparecía como realmente es. El reflejo de la capital cultural. Coches, ruido, suciedad y basura. ¿Pretendía don José María Álvarez del Manzano engañar a don Juan Carlos?

Una de mis hijas comentó: "Papá, ¿por qué no invitas al Rey a cenar de vez en cuando?.- . .

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