Cartas al director

Víctimas camboyanas

Gracias a las interesantes crónicas de su enviado especial a Camboya, los lectores de EL PAÍS pueden tener una visión de primera mano de lo que ocurre en ese desgraciado país, asolado por los sanguinarios jemeres rojos. Particularmente valioso es el artículo del pasado domingo 17 de noviembre que describe la penosísima situación de los miles de mutilados por las explosiones de las minas.La guerra civil camboyana es, en efecto, el primer conflicto en la historia en que el número de heridos como consecuencia de las minas supera al conjunto de heridos por las demás armas. Como consecuencia...

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Gracias a las interesantes crónicas de su enviado especial a Camboya, los lectores de EL PAÍS pueden tener una visión de primera mano de lo que ocurre en ese desgraciado país, asolado por los sanguinarios jemeres rojos. Particularmente valioso es el artículo del pasado domingo 17 de noviembre que describe la penosísima situación de los miles de mutilados por las explosiones de las minas.La guerra civil camboyana es, en efecto, el primer conflicto en la historia en que el número de heridos como consecuencia de las minas supera al conjunto de heridos por las demás armas. Como consecuencia, Camboya posee ahora el mayor porcentaje mundial de mutilados: según ciertos cálculos (New Scientist de 19 de octubre de 1991), unos 35.000, de una población total de 8,5 millones, aunque otros los elevan hasta 100.000. Sólo en 1990, unos 6.000 camboyanos sufrieron la amputación de alguna extremidad que había resultado dañada por una mina.

Las escaseces de todo orden que ese país padece hacen que en la actualidad sólo pueda proporcionársele un aparato ortopédico a uno de cada ocho mutilados. Algunas pocas organizaciones internacionales no gubernamentales colaboran a remediar esa dramática situación, pero sus medios económicos son muy limitados. Una de ellas es The Cambodia Trust (Limb Project), con domicilio en 21 Union Street, Woodstock, Oxford OX7 UF, Inglaterra, adonde pueden dirigirse aquellos de sus lectores que tal vez quisieran contribuir- Javier Díaz Malledo. .

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