Crítica:ARTES

El paisaje inmaterial

La memoria del paisaje ha sido, en un sentido trascendente, eje esencial de reflexión a lo largo de toda la trayectoria de Angel Pascual Rodrigo (Mallén, 1951). La disolución, hace ahora algo más de un año, de la Hermandad Pictórica, el equipo que el artista conformaba junto con su hermano Vicente, venía dada, de modo natural, por un distanciamiento en el tipo de mirada que ambos artistas vertían sobre la tradición mental del paisaje.Ya en el periodo final de las propuestas elaboradas por la Hermandad Pictórica, la evolución última de Ángel Pascual Rodrigo anunciaba un proceso qué alteraba de ...

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La memoria del paisaje ha sido, en un sentido trascendente, eje esencial de reflexión a lo largo de toda la trayectoria de Angel Pascual Rodrigo (Mallén, 1951). La disolución, hace ahora algo más de un año, de la Hermandad Pictórica, el equipo que el artista conformaba junto con su hermano Vicente, venía dada, de modo natural, por un distanciamiento en el tipo de mirada que ambos artistas vertían sobre la tradición mental del paisaje.Ya en el periodo final de las propuestas elaboradas por la Hermandad Pictórica, la evolución última de Ángel Pascual Rodrigo anunciaba un proceso qué alteraba de modo significativo, -situándola en un plano de complejidad conceptual más ambicioso- la naturaleza de su apuesta. Y ese proceso encuentra, a mi parecer, una espléndida y espectacular resolución en el ciclo de obras recientes que el artista aragonés nos ofrece ahora en una galería de arte madrileña, bajo la denominación de Pasos fronterizos, en el marco de esta nueva muestra.

Ángel Pascual Rodrigo

Galería Anselmo Álvarez. Conde de Aranda, 4. Madrid. Hasta el 9 de noviembre.

Más información

En esencia, el núcleo de evolución de la propuesta artística actual de Ángel Pascual se sitúa bajo la idea de desmaterialización del paisaje, de emancipación con respecto del carácter objetual del cuadro.

Paradójicamente, el establecimiento de un artificio pictórico más complejo se traduce en una acción conceptualmente más radical, en la que la noción de paisaje se aleja idealmente de la sacraflzación del lienzo y destruye, por así decir, su soporte al multiplicarlo.

Iniciada ya con la división en polípticos, acentuada ahora de modo feliz con su dispersión en el espacio, la apuesta de Ángel Pascual Rodrigo acierta a devolver a cada lienzo, -en un sentido singular-, su condición de ventana, a la vez frontera y paso fragmentario hacia la visión de una realidad mental que la obra no puede contener sino mutilada, pero que en la sabia disposición escénica de estas piezas acierta a crear la ilusión inconmensurable que la conciencia del deseo le confiere.

Utilización del espacio

Ángel Pascual Rodrigo ha establecido para esta muestra madrileña una sabia y muy atractiva estrategia de utilización del espacio, dosificando los efectos y estableciendo un sutil juego de interacciones entre la arquitectura y los puntos de vista que suscita al espectador.

Los muros se pueblan así de aberturas virtuales que nos asoman, mas allá, a segmentos de un paisaje ideal, de límites inciertos. Y, entre esas visiones, resulta en particular emocionante la de esa gran cascada sobre la que, por gracia del espacio, podemos asomarnos, adivinando una prolongación más allá del horizonte real, o verla a su vez -impetuosa visión- volcarse sobre nosotros.

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