Crítica:CLÁSICA

Música para la industria

Apareció por vez primera en esta temporada la Orquesta Nacional en su sede del auditorio de Príncipe de Vergara para celebrar las bodas de oro del Instituto Nacional de Industria. Odón Alonso, director, y Joaquín Achúcarro, pianista, pertenecen a la generación que salió a la luz a comienzos de los años cincuenta, cuando el INI era diezañero y los últimos directores españoles en circulación se llamaban Ataúlfo Argenta y Jesús Arámbarri, pues Toldrá, todavía en ejercicio, pertenecía a un tiempo anterior y Pérez Casas estaba jubilado.Programa español con nombres y obras clásicas en nuestro repert...

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Apareció por vez primera en esta temporada la Orquesta Nacional en su sede del auditorio de Príncipe de Vergara para celebrar las bodas de oro del Instituto Nacional de Industria. Odón Alonso, director, y Joaquín Achúcarro, pianista, pertenecen a la generación que salió a la luz a comienzos de los años cincuenta, cuando el INI era diezañero y los últimos directores españoles en circulación se llamaban Ataúlfo Argenta y Jesús Arámbarri, pues Toldrá, todavía en ejercicio, pertenecía a un tiempo anterior y Pérez Casas estaba jubilado.Programa español con nombres y obras clásicas en nuestro repertorio. Tras una fluida y vivaz versión de Los esclavos felices, del precoz bilbaíno Juan Crisóstomo Arriaga, que escribió esta página a los 13 años, escuchamos una cálida, seria y muy contrastada interpretación de los Nocturnos de Falla.

Orquesta Nacional de España

Director: O. Alonso. Solista: J. Achúcarro, pianista. Obras de Arriaga, Falla, Turina y Halffter. Auditorio Nacional. Madrid, 25 de septiembre.

Joaquín Achúcarro tocó tan bien como siempre. Odón Alonso, colaborador junto a Achúcarro en muchas jornadas ya un tanto lejanas, se ciñó fielmente a los conceptos del solista y resaltó la parte orquestal en toda la importancia que Falla le concedió.

Es fácil escribir que la música de Falla nos da los secretos de una Granada soñada en París, al amor de un itinerario lírico publicado por Martínez Sierra, en tanto que Las danzas fantásticas, de Joaquín Turina, nacen de una Sevilla cantada por José Más en La orgía, autor y novela hoy olvidados. Claro que el sevillano Turina gustaba de pasear por La Concha de San Sebastián y de ahí ese zortziko con ribetes meridionales que es Ensueño, situado entre la aragonesa Exaltación y la andaluza Orgía. Fue brillante la versión de Alonso y la ONE, pero sin excesos pintoresquistas que por otra parte no existen en este Turina de los años veinte.

Para final, el Tiento y batalla imperial, de Cristóbal Halffter, basado en Cabezón y Cabanilles, un capolavoro del músico madrileño.

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