LA REVOLUCIÓN DE AGOSTO

La última batalla del Ejército Rojo

Según los reformistas, el golpe ha cambiado para siempre a los militares soviéticos

El comandante militar de Leningrado se negó a desplegar sus tropas por la ciudad, la fuerza aérea se resistió a las odiosas órdenes de sus superiores, y un consternado oficial de la flota del Pacífico llegó a inducir a la tripulación a sacar en secreto su deteriorado submarino al mar antes de que pudiera servir a los golpistas. Mientras salen a la luz informaciones sobre el alcance de la oposición militar al intento de golpe de la semana pasada, los reformistas se declaran convencidos de que las Fuerzas Armadas soviéticas no volverán a ser las mismas.

Roto su largo y forzado vasallaje a...

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El comandante militar de Leningrado se negó a desplegar sus tropas por la ciudad, la fuerza aérea se resistió a las odiosas órdenes de sus superiores, y un consternado oficial de la flota del Pacífico llegó a inducir a la tripulación a sacar en secreto su deteriorado submarino al mar antes de que pudiera servir a los golpistas. Mientras salen a la luz informaciones sobre el alcance de la oposición militar al intento de golpe de la semana pasada, los reformistas se declaran convencidos de que las Fuerzas Armadas soviéticas no volverán a ser las mismas.

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Roto su largo y forzado vasallaje al Partido Comunista, "el romanticismo revolucionario que fue acuñado en el Ejército, ahora, finalmente, "a visto la luz", dijo VIadimir Lopatin, presidente del Comité de Defensa del Parlamento ruso. Lopatin declaró también que se puede esperar que la estructura completa de las Fuerzas Armadas soviéticas cambie radicalmente, pasando de una masa centralizada de cuatro millones de miembros a milicias establecidas en las repúblicas, quizá unidas bajo un civil como ministro de Defensa.Incluso antes de que el recién nombrado ministro de Defensa, Yevgueni Sháposhnikov, anunciara el domingo que iba a reemplazar al 80% de los mandos militares, un coronel del Estado Mayor, Alexander Kondrashev, comentó que "los cambios ya han comenzado, y alcanzarán los niveles más altos. Sólo tenernos que aclarar cómo actuó cada uno".

El presidente ruso, Borís Yeltsin, prohibió las células del partido en las Fuerzas Armadas durante el golpe de Estado de la semana pasada, y el presidente soviético, Mijaíl Gorbachov, emitió un decreto similar el sábado para toda la URSS. Sin embargo, el verdadero cambio se produjo mucho antes, opina Lopatin, "cuando el Ejército tuvo que elegir a quién defender": a los reaccionarios apoyados por el partido o al presidente ruso, que se salió del PCUS hace más de un año.

En la 'Casa Blanca'

"La gente comprendió al instante que se trataba de un golpe anticonstituciona, dice Kondrashev, uno de los que participó en la defensa del edificio del Parlamento ruso. "Tenemos información de que, al día siguiente, el 50% del personal del distrito militar de Moscú se había declarado en contra del golpe", añade. Más de 5.000 militares soviéticos defendieron la Casa Blanca, según fuentes militares.

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Las dotaciones de los tanques leales a Yeltsin se hicieron famosas de inmediato, como el anterior jefe de la fuerza aérea, Sháposhnikov, que ganó su reciente nombramiento como ministro de Defensa al negarse a lanzar a sus tropas en apoyo del golpe.

Las historias se extienden desde el teniente general que rechazó enviar a sus paracaidistas a Moscú hasta el capitán Medvedev, que persuadió a los seis miembros de la tripulación de un incapacitado submarino para echarse al Pacífico e intentó navegar en superficie con una bandera rusa al viento.

La más importante de las historias de heroica insubordinación es la del general de división del KGB Víctor Karpujin, quien fue convocado por el jefe del KGB, VIadimir Kryuchkov, a las 5 de la madrugada del lunes 19 de agosto. Se le dijo que Gorbachov estaba enfermo y se le ordenó detener a Yeltsin con la dirección completa del Parlamento ruso, y llevarlos luego "a un lugar especialmente equipado" fuera de Moscú.

"Desde los primeros momentos, hice todo lo posible para no cumplir las órdenes", dijo. Sus hombres sólo le obedecerían a él, y su grupo de fuerzas especiales era "la única fuerza con la que podían contar [los golpistas]".

"Finalmente, Kriuchkov me llamó a su despacho y me dijo que la suerte del país dependía de mi actuación", contó Karpujin. "Se me dio la orden de dirigir el golpe", y se le puso al frente de 15.000 hombres pertenecientes a las fuerzas especiales del ministerio del Interior y del KGB. Karpujin elaboró un plan para atacar el edificio del Gobierno ruso en mitad de la noche, dispersando a la gente con gases lacrimógenos y cañones de agua, y utilizando luego helicópteros, lanzagranadas y otros métodos. "Agradezco a Dios que no acabara dando la orden. En aquella situación todo dependía de mí. Habría sido una carnicería. Me negué a hacerlo".

"Durante mucho tiempo, la división del Ejército era evidente", ha dicho Lopatin, responsable de Defensa del Parlamento ruso. "El Ejército está polarizado, eso se ha ido profundizando y ahora estos acontecimientos revolucionarios lo han sacudido todo". En cualquier caso, concluye Lopatin, el Ejército es más fácil que se resquebraje por repúblicas que por ideologías. "La amenaza repentina y mortal desde Moscú de la semana pasada hizo que las repúblicas se dieran cuenta de que debían tener sus propios ejércitos".

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