Craxi, entre la espada de Ochetto y la pared de la DC

El Partido Socialista Italiano (PSI) inaugura el jueves un congreso extraordinario en Bari, cuando se cumplen 15 años desde que el entonces joven Bettino Craxi, símbolo del alma reformista del partido de Pietro Nenni, destronara al anciano Francesco de Martino. El cónclave socialista coincidirá con el mensaje que el presidente de la República, Francesco Cossiga, dirigirá a las cámaras parlamentarias, sobre las reformas institucionales que demanda el sistema político italiano. Reformas que le enfrentan, precisamente, con el jefe del Gobierno, el democristiano Giulio Andreotti.

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El Partido Socialista Italiano (PSI) inaugura el jueves un congreso extraordinario en Bari, cuando se cumplen 15 años desde que el entonces joven Bettino Craxi, símbolo del alma reformista del partido de Pietro Nenni, destronara al anciano Francesco de Martino. El cónclave socialista coincidirá con el mensaje que el presidente de la República, Francesco Cossiga, dirigirá a las cámaras parlamentarias, sobre las reformas institucionales que demanda el sistema político italiano. Reformas que le enfrentan, precisamente, con el jefe del Gobierno, el democristiano Giulio Andreotti.

La alta tensión política coincide con las amenazas de muerte contra Cossiga, firmadas por Falange Armada, el misterioso grupo terrorista que ha reivindicado los últimos atentados en Bolonla y que, junto con ETA, ha estampado su firma en los ataques perpetrados en las últimas semanas contra objetivos españoles en ciudades italianas.La expectación se reparte a partes iguales entre el congreso socialista, el primero en el que Craxi se encuentra con dificultades, y el mensaje presidencial ya que de ambas citas dependerá la supervivencia del Parlamento o su disolución, así como la permanencia de Andreotti en el Gobierno.

En lo que se refiere a Craxi, nadie le niega el mérito de haber inyectado optimismo y orgullo al viejo partido de De Martino, siempre acomplejado frente al gigante comunista, y de haber convertido el viejo PSI de Nenni en un partido reformista moderno, que ha pasado de contar con el 9,5% de los votos a hacerse con el 15,5%.

Pero, sin embargo, la famosa primavera del clavel no ha conseguido levantar el vuelo. Craxi siempre había depositado sus esperanzas en la caída del Partido Comunista Italiano (PCI), pensando que los votos pasarían al partido hermano de la izquierda reformista. Sin embargo, las recientes elecciones en Sicilia han demostrado que los votos que pierde el viejo PCI (ahora Partido Democrático de la Izquierda, PDS) no van automáticamente al partido socialista.

De ahí que dentro del partido de Craxi se hayan despertado por vez primera las dos viejas almas. Por un lado, la de quienes quieren seguir gobernando con la Democracia Cristiana (DC) por lo menos algunos años más, hasta que se dé el salto a la nueva República presidencialista. Es la tesis que defenderá Gianni de Michelis, actual ministro de Exteriores, quien ha afirmado que él quiere seguir al lado de Craxi, precisamente ahora que se encuentra en dificultades. La otra alma, la de la izquierda del partido, piensa al revés: que ha llegado el momento de llegar a un acuerdo con el nuevo partido de Achille Occhetto para ir dando forma a una fuerza progresista alternativa a los democristianos. Lo acaba de sostener Claudio Martelli, vicepresidente del Gobierno y ministro de Justicia, quien ha pedido que los partidos hermanos de la izquierda dejen de "morderse" y se dediquen a buscar sus "raíces comunes".

Sin embargo, la última palabra la tendrá Bettino Craxi, quien, a pesar de todo, sigue siendo uno de los líderes italianos con mayor personalidad y será él quien decida si continuar del brazo di la Democracia Cristiana o si para abrir una página nueva de encuentro con lo que queda de la izquierda progresista italiana.

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Probablemente, todo dependerá de lo que al líder le ofrezcan para el futuro inmediato, tanto la DC como el PDS, ya que Craxi aspira a volver a presidir el Gobierno, o bien a convertirse en el nuevo inquilino del Quirinal, aunque a la jefatura del Estado le gustaría llegar mediante la aún inexistente votación popular. También podría depender de lo que la astuta DC ofrezca al partido de Occhetto, con quien, sobre todo el grupo de la izquierda democristiana, se siente más a gusto que con los socialistas.

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