Editorial:

Vender en Japón

EL VIAJE del presidente del Gobierno a Japón ha estado llamativamente desprovisto de contenido político. Tiene lógica que así fuera en un momento en que el Partido Demócrata Liberal (PDL), en el poder, está embarcado, con resultados más que dudosos, en un ejercicio de saneamiento de la vida política, aquejada de diversos grados de corrupción.El carácter del viaje de Felipe González es en sí revelador porque ilustra el alojamiento de España de las cuestiones globales del mundo asiático, mientras pone el acento sustantivamente en la resolución de los problemas comerciales más importantes que tie...

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EL VIAJE del presidente del Gobierno a Japón ha estado llamativamente desprovisto de contenido político. Tiene lógica que así fuera en un momento en que el Partido Demócrata Liberal (PDL), en el poder, está embarcado, con resultados más que dudosos, en un ejercicio de saneamiento de la vida política, aquejada de diversos grados de corrupción.El carácter del viaje de Felipe González es en sí revelador porque ilustra el alojamiento de España de las cuestiones globales del mundo asiático, mientras pone el acento sustantivamente en la resolución de los problemas comerciales más importantes que tiene con Japón. En este aspecto, España sigue con cierta fidelidad los pasos de la Comunidad Europea: ir, mirar, elogiar el desarrollo industrial nipón, sugerir que el mejor camino para salir del marasmo comercial que paraliza las relaciones Europa-Japón es el estímulo de los intercambios y la eliminación de las barreras arancelarias y, de paso, indicar que serían bienvenidas las inversiones de peso. Últimamente este discurso se ha visto empañado por la actitud hostil de la primera ministra francesa hacia la política de Tokio (muy agresiva hacia el exterior, pero muy proteccionista hacia su propio mercado interno), justo en el momento en que la CE intenta hacer olvidar a los demás que el 1 de enero de 1993 podría nacer la fortaleza Europa.

Para Felipe González, la idea consiste en convencer a las autoridades niponas de que abran sus mercados a los sectores en que la economía española es competitiva -limones, calzado y piel (productos objeto de fuertes limitaciones en los últimos años), artículos de consumo y de lujo, vinos y materiales de construcción-, para así poder reducir su considerable déficit de la balanza comercial. Igualmente quiere el presidente del Gobierno, que la industria japonesa invierta más en España, aprovechando su generosidad en materia de legislación sobre inversiones extranjeras. El interés de los hombres de negocio japoneses, sin embargo, está lejos de responder a las expectativas suscitadas hace años, cuándo parecía que estaba asegurada su instalación en España para situarse en el interior de la CE antes de que quedara establecido el mercado único. Entre lo más significativo del viaje figura el compromiso del ministro español de Industria de viajar anualmente a Tokio para mantener abierta una relación que no puede ser sino beneficiosa.

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