Crítica:MADRID EN DANZA

Voluntad de riesgo

A un ritmo de tres estrenos semanales, Madrid en Danza prosigue su agotadora campaña de primavera. Si el público flojeó el viernes en la sala Olimpia para la primera presentación en Madrid de un coreógrafo poco conocido en esta plaza, el sábado acudió en masa al Centro Cultural de la Villa para el nuevo espectáculo 10 & 10 Danza, una joven compañía madrileña que la afición local ha visto prácticamente nacer -desde su desgaje de la de Carmen Senra, hace apenas dos años- y cuyos progresos se siguen con especial atención.La noche suponía un bienvenido respiro en la marea culturalista que h...

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A un ritmo de tres estrenos semanales, Madrid en Danza prosigue su agotadora campaña de primavera. Si el público flojeó el viernes en la sala Olimpia para la primera presentación en Madrid de un coreógrafo poco conocido en esta plaza, el sábado acudió en masa al Centro Cultural de la Villa para el nuevo espectáculo 10 & 10 Danza, una joven compañía madrileña que la afición local ha visto prácticamente nacer -desde su desgaje de la de Carmen Senra, hace apenas dos años- y cuyos progresos se siguen con especial atención.La noche suponía un bienvenido respiro en la marea culturalista que ha marcado el arranque de esta sexta edición de la muestra de danza contemporánea, aunque aún nos queda un Leonardo da Vinci para dentro de unos días: tanto Ir, de Pedro Berdáyes, el director artístico de 10 & 10, como Meeting point, de Mónica Runde, lanzan sus propuestas de danza sin apoyarse en obras previas de otro medio de expresión ni en prestigios ajenos.

10 & 10 Danza

Ir (Berdáyes Schwarcz). Meeting point (Runde Spellman, Navarrete). Bailarines: Nati Aguilar, Pedro Berdáyes, Claudia Faci, Eduardo Ruiz, Mónica Runde y Fernando Vera. Dirección artística: Pedro Berdäyes. Centro Cultural de la Villa de Madrid. 4 de mayo.

Intensidad

La coreografía de Berdäyes -con un buen decorado de Tono Carbajo, a cuyas plataformas móviles no le saca, sin embargo, todo el partido que se merece- tiene buenos momentos (el dúo con Claudia Faci, lleno de sugerencias edípicas), pero en la segunda parte decae y se refugia en exceso en un movimiento que parece de relleno y que no logra sostener el interés. Meeting point, de Runde -más corta, concentrada y con una intensidad emocional poco frecuente-, está en conjunto también más lograda. Lleva ante todo el sello de una personalidad con voluntad de riesgo, algo que escasea demasiado en el panorama de la joven coreografía española, a menudo preocupada por mostrar que ha aprendido bien sus lecciones. El decorado no se atribuye a nadie, con lo que cabe suponer que es de la propia coreógrafa: hay un recinto cerrado en una esquina del escenario, iluminado desde dentro y semitransparente, que se intuye calentito como una fuente de energía o un seno materno, de donde Runde sale al principio desnuda y aterrada y adonde una y otra vez pretende volver, pegándose con fuerza contra sus paredes -tan elásticas como impenetrables-, que la rebotan implacablemente al frío y al desconcierto.

El conjunto de la pieza consigue mantener viva la atención, está bailado con entrega y seriedad, y anima a seguir los próximos pasos de esta coreógrafa casi debutante que en su primera pieza larga se luce, sin embargo, menos como bailarina que en las que le montaban Senra y Berdáyes. La companía ilustra, por otra parte, la onda y el look que en estos momentos más se llevan por ahí, y da casi una lección magistral de cómo en los últimos años han ido evolucionando a la vez la técnica y la imagen en danza contemporánea.

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