Crítica:SALSA

Despojados

La salsa es salsa cuando es funcional. Es funcional cuando la gente la hace suya y participa. Participa cuando baila. Y en Madrid, bailaron las 9.000 personas que pasaron por el Palacio de Deportes durante las siete horas y media que duró el espectáculo que ofrecieron 64 músicos, repartidos en cinco grupos que suman 135 años de carrera defendiendo la música latina. Por primera vez en Madrid, el público español -el latino es un caso aparte porque la salsa es su cultura-, olvidó su actitud contemplativa y convirtió el recinto en un salsódromo.El espectáculo comenzó a las 20.30 horas, y Milly, Jo...

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La salsa es salsa cuando es funcional. Es funcional cuando la gente la hace suya y participa. Participa cuando baila. Y en Madrid, bailaron las 9.000 personas que pasaron por el Palacio de Deportes durante las siete horas y media que duró el espectáculo que ofrecieron 64 músicos, repartidos en cinco grupos que suman 135 años de carrera defendiendo la música latina. Por primera vez en Madrid, el público español -el latino es un caso aparte porque la salsa es su cultura-, olvidó su actitud contemplativa y convirtió el recinto en un salsódromo.El espectáculo comenzó a las 20.30 horas, y Milly, Jocelyn y los Vecinos, Roberto Torres y Raphy Leavitt y la Selecta calentaron el ambiente, hasta que a las 23.00 -en conexión directa con La 2 y Radio 3-, se dió la salida oficial.

Raphy Leavitt y la Selecta; Roberto Torres; El Gran Combo de Puerto Rico; Milly, Jocelyn y los Vecinos; Johnny Pacheco y Héctor Casanova

Palacio de Deportes de la Comunidad. Aforo: 9.000 personas. Precio: 1.200 pesetas. Madrid, 30 de abril.

Raphy Leavitt y la Selecta -13 músicos y 20 años de carrera-, comenzaron con sonido borroso, que disimuló ligeras desafinaciones en los coros y en los trombones, apreciables. claramente en la retransmisión por télevisión y radio. El pianista Raphy Leavitt es el director de este grupo puertorriqueño, clásico de la música borinqueña que últimamente coquetea con la salsa romántica -"Provócame, sedúceme, enciéndeme, transpórtame"-, y aunque su teclado apenas se escuchó, sólo con verle poner las manos demostró potencia y fluidez. El grupo hizo un repertorio clásico, a excepción de Provócame, y gustó en su presentación en España.

Roberto Torres -51 años de edad y 35 de carrera artística- es un cubano afincado en Miami que mantiene la esencia del son montuno, que le diferencia de la salsa tecnificada que se hace en Florida. Comenzó con su éxito Caballo viejo, siguió con sus homenajes al Trío Matamoros -también ha grabado recuerdos a Beny Moré-, y ofreció una de sus clásicas actuaciones, con temas largos, 15 músicos, mucha palabrería y vieja escuela. El recinto ya se había convertido en una inmensa y abarrotada pista de baile, el público había sacado claves, panderetas y maracas y aquello era una fiesta. La aparición de El Gran Combo de Puerto Rico elevó aún más la temperatura ambiental.

El grupo del pianista Rafael Ithier (13 músicos y 29 años de carrera) es una máquina de hacer salsa, que tiene en Charlie Aponte, Jerry Rivas Y Pavo Rosario tres cantantes de excepción. Heredero de la música de Rafael Cortijo, Ithier ofreció una excelente actuación, con un repertorio alejado de las veleidades románticas y tecnificadas que han caracterizado sus últimos trabajos, y canciones como No hay cama pa' tanta gente marcaron el punto más alto de la noche.

Milly, Jocelyn y los Vecinos (13 músicos y 17 años de carrera), pusieron el turbo a la noche con su merengue dominicano, que no es otra cosa que un ritmo binario llevado al frenesí. El grupo de los hermanos Quezada (Milly, Jocelyn y Rafael) mostró el vertiginoso preciosismo de los vientos y las percusiones, con una güira asombrosa y la tambora como uno de los elementos característicos del perico ripiao de Santiago de los Caballeros.

De esta ciudad dominicana es Johnny Pácheco (10 músicos y 34 años de experiencia), que cerró el espectáculo con uno de sus característicos recitales, enfocado hacia lo clásico y con el tres cubano como tímbrIca añeja. Con mayor campo para la improvisación en sus músicos, el zorro plateado y el cantante Héctor Casanova ofrecieron clausura de lujo para una noche que en el Palacio de Deportes se vivió con esa participación que no se pudo apreciar en su justa medida en la retransmisión televisiva. Porque, como dice Johnny Pacheco, "para gozar con la salsa, hay que despojarse". Y en Madrid todos se despojaron. O fueron despojados.

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