El problema de la factura

El ministro de Hacienda, el socialcristiano bávaro Theo Waigel, no sabía ayer que cara poner. "Yo sólo sé que no tengo el suficiente dinero para gastarlo en esto. Costará mucho más de lo que nadie ha imaginado". Lo Cierto es que, pese a los optimistas cálculos del alcalde de Berlín, el democristiano Eberhard Diepgen, el traslado del Gobierno será muy caro. Además, en Bonn y alrededores, el mercado inmobiliario ya ha empezado a descender. Si se confirma el traslado, los cientos de miles de funcionarios y de empleados que trabajan a la sombra del Gobierno pueden ver cómo, de un plumazo, s...

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El ministro de Hacienda, el socialcristiano bávaro Theo Waigel, no sabía ayer que cara poner. "Yo sólo sé que no tengo el suficiente dinero para gastarlo en esto. Costará mucho más de lo que nadie ha imaginado". Lo Cierto es que, pese a los optimistas cálculos del alcalde de Berlín, el democristiano Eberhard Diepgen, el traslado del Gobierno será muy caro. Además, en Bonn y alrededores, el mercado inmobiliario ya ha empezado a descender. Si se confirma el traslado, los cientos de miles de funcionarios y de empleados que trabajan a la sombra del Gobierno pueden ver cómo, de un plumazo, su trabajo de toda una vida, la pequeña casa que compraron con una larga hipoteca, pierde la mitad de su valor. Las compensaciones a pagar serán enormes.Berlín, por otra parte, tras la caída del muro, se ha deteriorado considerablemente. Los alquileres en la antigua parte occidental se han cuadruplicado en los últimos meses, mientras que en el Este las dilapidadas viviendas siguen medio vacías y, a excepción del histórico Mitte, el resto no da muestras de ser rehabilitado.

Quedan, eso sí, enormes edificios oficiales semivacíos, espacio de sobra para instalarse, pero que carece de cualquier tipo de servicios. Aún hoy día no están conectadas las líneas telefónicas entre las dos partes. Hay que marcar un prefijo internacional, para simplemente no conseguir comunicación.

Queda una posibilidad. Si la ciudad consigue obtener los Juegos Olímpicos del año 2000, habrá la gran excusa para reinsertar las dos partes que crecieron por separado durante los 28 años en que permaneció dividida por un muro, y de paso traerse al Gobierno alemán.

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