FALLAS DE VALENCIA

Mil pases

Alguien se dedicó a contar los pases que daban los toreros y llegó a mil. Quizá la cuenta no sea exacta. Mil pases son muchos, es cierto, pero por lo que se vio en esta novillada fallera, parecen pocos. Uno más bien se inclinaría a pensar que debieron ser 1.432 o acaso 1.433. Depende de si se contabiliza, o no, un desarme que hubo. Cuántos correspondían a cada torero, eso ya es más difícil de precisar. Porque 1.432 pases, divididos entre tres toreros, salen a 477,33 pases por torero (1.433, entre tres, a 477,66), y considerada la realidad de la corrida era imposible, pues el torero llamado Vic...

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Alguien se dedicó a contar los pases que daban los toreros y llegó a mil. Quizá la cuenta no sea exacta. Mil pases son muchos, es cierto, pero por lo que se vio en esta novillada fallera, parecen pocos. Uno más bien se inclinaría a pensar que debieron ser 1.432 o acaso 1.433. Depende de si se contabiliza, o no, un desarme que hubo. Cuántos correspondían a cada torero, eso ya es más difícil de precisar. Porque 1.432 pases, divididos entre tres toreros, salen a 477,33 pases por torero (1.433, entre tres, a 477,66), y considerada la realidad de la corrida era imposible, pues el torero llamado Victoriano González, él solito, debió de consumir, por lo menos, el doble.Recordar 1.432 pases (o aunque fueran mil a secas) es dificilísimo, porque la memoria no da para tanto, pero aún resulta más difícil no recordar ninguno, y eso es lo que sucedió. Bueno, siempre se exagera. Haciendo cumplido recuento de pases, destacan del montón un cambio de mano de Marcos Sánchez Mejías, que intentaba el toreo preciosista, y una trincherilla de Manolo Carrión, que también, y hasta algunos naturales de uno y otro, todo lo cual no compensa del tiempo perdido -y el frío pasado- en la plaza, es verdad, mas consuela un poco, y menos da una piedra.

Rodríguez / Mejías, González, Carrión

Novillos de Dionisio Rodríguez, bien presentados, fuertes, con genio. Sánchez Mejías: cuatro pinchazos -primer aviso-, cinco pinchazos más, estocada trasera -segundo aviso- y dos descabellos (silencio); estocada y descabello (silencio). Victoriano González: pinchazo, estocada caída, rueda de peones insistente y vertiginosa, descabello -aviso con retraso- y cinco descabellos más (silencio), estocada, dos descabellos -aviso con casi un minuto de retraso- y otro descabello (aplausos y salida al tercio). Manolo Carrión: dos pinchazos, media en el costillar a paso de banderillas, espadazo bajo enhebrado de la misma manera, pinchazo y estocada corta ladeada; la presidencia le perdonó un aviso (silencio); estocada corta (escasa petición y vuelta al ruedo).Plaza de Valencia, 12 de marzo. Quinta corrida fallera. Menos de media entrada.

Sánchez Mejías fue torero moderado y su principal virtud consistió en realizar muy ajustadas las faenas, con los pases debidos y ni uno de sobra, lo cual es una de las características esenciales del toreo bueno. Además intentó realizar con pureza las suertes, logró algunas de tal corte, y si no las restantes, se atribuye tanto al genio de los novillos come, a la corta experiencia del diestro, que aún no posee la técnica adecuada para emprender empresas mayores.

El tercer novillo le venía alto, largo y ancho a Manolo Carrión, seguramente le caía gordo también, y no pudo darle ni un lance a derechas, ni dos pases seguidos. Mucho anduvieron toro y torero por el redondel, sin ponerse nunca de acuerdo. En cambio el sexto novillo resultó nobletón, muy apagadito de temperamento, y entonces fue cuando Manolo Carrión, sosegado el ánimo, pudo ceñir pases, ofrecer la cabal muestra de su arte, y se apreció entonces que posee cierto gusto, bastante ritmo, suficiente conocimiento de cánones para ejecutar la suerte básica llamada del natural y ligarla con una trincherilla graciosa.

Novillos inocentes

Los dos restantes novillos, si no llega a ser porque murieron a estoque y yacen ya en carnicería, a estas alturas habrían presentado sendas denuncias en la Magistratura de Trabajo. Y con toda la razón del mundo. Pues si Victoriano González (su matador, por cierto) sentía unas ganas irrefrenables de trabajar, ese no es motivo para tener a dos novillos inocentes corriendo por todo el ruedo detrás de su muletilla inquieta, que se ponía a pegarles derechazos, luego naturales, luego altos, luego bajos. Y no seguiditos, en la parcelilla de albero que fuera, sino ora en terrenos de sol, ora en los de sombra, unas veces donde Visanteta y su ramo de flores envuelto en celofán, otras donde la bulliciosa banda de música. Y toma y dale, y venga pegar pases, y el público gritándole que entrara a matar de una vez, por el amor de Dios, y los novillos (cada cual en su turno y hora), con la lengua fuera, sin resuello y preguntando por un abogado. De los pases mil, no se sabe cuántos correspondían a Victoriano González, pero por ahí, por ahí debieron andar.

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