Tribuna:

Guerra en el Golfo, hielo en la izquierda

El nuevo Partido Democrático de Izquierda (PDS) italiano nace de las cenizas comunistas en un paradójico aislamiento, que el autor analiza a la luz de factores externos (la guerra del Golfo) e internos (concesiones al ala más izquierdista).

Los debates y el desenlace, más bien poco concluyente, del 20º Congreso del Partido Comunista Italiano, mientras parecen reforzar la coalición del gobierno y los lazos entre los partidos que la componen, alejan en el tiempo la eventualidad de una traslación y de una mutación de las posibles alianzas y de los futuros escenarios de la política italiana...

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El nuevo Partido Democrático de Izquierda (PDS) italiano nace de las cenizas comunistas en un paradójico aislamiento, que el autor analiza a la luz de factores externos (la guerra del Golfo) e internos (concesiones al ala más izquierdista).

Los debates y el desenlace, más bien poco concluyente, del 20º Congreso del Partido Comunista Italiano, mientras parecen reforzar la coalición del gobierno y los lazos entre los partidos que la componen, alejan en el tiempo la eventualidad de una traslación y de una mutación de las posibles alianzas y de los futuros escenarios de la política italiana. En particular, pierde actualidad la hipótesis de un acercamiento progresivo a la construcción de un sistema político basado en la alternancia en el Gobierno de dos coaliciones contrapuestas.Constituye casi una paradoja que la pretensión del ex PCI de construir una fuerza política indispensable en la escena política, desarrollada mediante una larga fase constituyente que ha mutado el viejo partido en el Partido Democrático de Izquierda (PDS), haya encontrado un áspero y total rechazo (quizá superior al que provocaba el viejo PCI) por parte de todo el espectro político y muy especialmente de los partidos de izquierda.

La paradoja es aún mayor si se piensa que el nuevo aislamiento del PDS se materializa más que nada sobre un terreno gastado como es la política internacional (por la posición asumida por el PCI-PDS sobre la guerra del Golfo) cuando, en cambio, la decisión de dar vida al PDS se tomó precisamente tras la caída del muro de Berlín, una vez asumida la imposibilidad de regenerar desde dentro la experiencia comunista, incluso en Italia.

¿Realmente el PDS ha cometido errores tan graves que merezcan un veredicto tan negativo? El número dos del PDS, el cada vez más sobresaliente Massimo d'Alema, ha hablado de "un regurgitar de la guerra fría" que "los grupos políticos dominantes" habrían utilizado "para alzar empalizadas y reducir la potencialidad política del nuevo partido". Este discurso puede contener cierta dosis de verdad, pero el grupo dirigente del PCI-PDS no ha hecho mucho por evitar este resultado. Y ha hecho poco porque poco podía hacer.

El discurso de apertura de Achille Occhetto contenía apuntes interesantes y en cierta forma innovadores, si bien desorganizados e insertos en un contexto cultural algo ecléctico (pero también es verdad que no es posible sintetizar en pocos meses una nueva cultura política). Lo cierto es que se ha intentado -para decirlo con palabras de un ilustre extraño, el economista Michele Salvati, uno de los primeros en poner sobre el tapete la idea del cambio de nombre- de sobrevolar "la realidad a gran altura, mientras que, si hubiera volado a ras de tierra, donde se hace la política, habrían surgido tensiones y, enfrentamientos ante los que habría tenido que tomar partido". Lo mismo ha ocurrido con las orgullosas conclusiones, con la invitación a olvidarse de la Democracia Cristiana y del Partido Socialista Italiano y con el llamamiento directo al pueblo de izquierdas.

La segunda elección -tan obligada como la primera- ha consistido en secundar, probablemente más allá de la medida deseada, la embestida pacifista (a menudo antiamericana) de la nueva formación para buscar -pasando por alto la alianza alcanzada antes del congreso con la componente reformista de Giorgio Napolitana- la indispensable mediación con el alma izquierdista del viejo partido, personalizada en Pietro Ingrao.

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Valencias simbólicas

Aquí no se trata ya tan sólo de una cuestión de contenido, sobre el cual podría discutirse largo y tendido -la prolongación del embargo para evitar el conflicto, el temor a que después de la guerra la situación en aquel atormentado escenario sea incluso peor que la actual, las analogías, y también las diferencias, con la posición de los demócratas estadounidenses y de socialdemócratas alemanes...-, sino sobre todo de memoria histórica, de valencias simbólicas y de identidad colectiva. Ha ocurrido así que se la ha otorgado un gran relieve a un problema no fundamental, como es la retirada del contingente italiano del Golfo, hasta el punto de que ha sido Imposible llegar a un acuerdo sobre este tema -el único sobre el que se ha materializado, e incluso enfatizado, un enfrentamiento visible en el congreso. El endurecimiento y la evidencia del enfrentamiento entre los reformistas de Napolitano y la izquierda de Ingrao han contribuido, junto a ciertas disfunciones organizativas, a la suspensión provisional de Occhetto como secretario, superada con el restablecimiento de la alianza precongresual entre Occhetto y Napolitano. El precio a pagar no podía no ser relevante, sobre todo en cuanto a la limpieza de la imagen del nuevo partido y a la indeterminación de los programas y, en parte, de los contenidos fundacionales.

Y en política no se hacen regalos; por tanto, era inevitable que las otras fuerzas políticas hayan olvidado inmediatamente que el transbordo definitivo de un partido de las dimensiones, de la historia y de la naturaleza del PCI hacia un papel en la izquierda democrática y occidental era una empresa harto ardua (y de hecho ha necesitado de una especie de congreso ininterrumpido de año y medio, un verdadero psicodrama individual y colectivo dificil de manejar) y que completar esta operación -entre múltiples peticiones de palabra a voz en grito- constituía para el grupo dirigente comunista el objetivo más inmediato e importante. Ante este estado de cosas, las concesiones a la izquierda interna eran probablemente imprescindibles para evitar una escisión aún mayor.

La oportunidad de una repulsa contra un nuevo y concurrente sujeto político ha sido, pues, cogida al vuelo por el Partido Republicano Italiano, y sobre todo por los socialistas, empeñados en hacerse con la hegemonía de la izquierda y en conservar en sus manos las decisiones sobre los tiempos y los modos de una redifinición de la izquierda y de la propia adhesión del PDS a la Internacional Socialista.

Debe postergarse, pues, un análisis más detallado de las relaciones en el seno de la izquierda (así como una descripción más articulada de los postulados del PDS), no sólo por el laborioso parto de la nueva formación, sino sobre todo porque el drama de la guerra ha elevado verdaderas cortinas de humo entre los partidos. Una vez superada esta dramática marejada y mejor definida la geografía interna del PDS, no faltarán los bancos de pruebas, empezando por uno fundamental: las reformas electoral e institucional.

es analista político italiano.

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