Cartas al director

Tranquila ignorancia

¡Qué tranquilo vivía yo cuando no entendía de árboles ornamentales! Ahora que entiendo un poco sufro cuando, al iniciarse el invierno, los jardineros de ciudades y pueblos esgrimen sus afila-Pasa a la página siguiente Viene de la página anterior

das hachas y al grito de "la poda beneficia al árbol" destruyen el perfecto equilibrio de los árboles ornamentales y los convierten en meros percheros de polución, sin perdonar que tengan o no sitio para poder desarrollarse tal cual son. Popularmente existe la creencia de que las brotaciones exuberantes, de intenso verdor y gran t...

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¡Qué tranquilo vivía yo cuando no entendía de árboles ornamentales! Ahora que entiendo un poco sufro cuando, al iniciarse el invierno, los jardineros de ciudades y pueblos esgrimen sus afila-Pasa a la página siguiente Viene de la página anterior

das hachas y al grito de "la poda beneficia al árbol" destruyen el perfecto equilibrio de los árboles ornamentales y los convierten en meros percheros de polución, sin perdonar que tengan o no sitio para poder desarrollarse tal cual son. Popularmente existe la creencia de que las brotaciones exuberantes, de intenso verdor y gran tamaño que hacen los árboles después de su desmoche son saludables.

Hace ya muchos años que está demostrado suficientemente por medios científicos que no es así; no sólo no son saludables, sino que, para colmo, son patológicas y acortan la vida del árbol a menos de la tercera parte.

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Los árboles, en peligro de muerte debido a la poda de terciado, olvidan todas sus pautas evolutivas aprendidas a lo largo de millones de años y emiten, a la desesperada, multitud de ramas y de hojas enormes para poder producir los nutrientes que necesitan para vivir. Las células de esas hojas son monstruosamente grandes, al igual que la nueva madera que produce el árbol, más débil e indefensa y a merced de enfermedades y parásitos: basta echar una ojeada a las acácias de la Castellana o de otras calles.

La costumbre de destruir los árboles ornamentales proviene de la cultura hortofrutícola, donde los árboles son útiles porque contribuyen a nuestra alimentación con su fruta, su leña y hojas. En estos casos se poda por razones de mejora de la calidad de la fruta o de mayor producción de lefia y no se tiene para nada en cuenta la belleza del árbol, que es lo primero que debemos buscar en un árbol cuyo calificativo es ornamental.

Para cuidar un árbol de ciudad no hace falta copiar la técnica hortofrutícola, como se viene haciendo, porque existe una ciencia y técnicas de arboricultura ornamental desarrolladas y aplicadas en todos los países con larga tradición jardinera, como son Estados Unidos, Alemania, el Reino Unido, Holanda, Bélgica y otros.

Estas técnicas y esta ciencia jardinera proponen que los árboles ornamentales sean bellos, sanos y equilibrados, y comprenden que un árbol sólo es bello cuando ha podido seguir el camino de su guía, que es también la experiencia de millones de años.

Afortunadamente para los árboles de Madrid y las personas sensibles y razonables y para todos aquellos que sabemos que lo que se hacía era una barbaridad, la concejal de Medio Ambiente de este foro, Esperanza Aguirre, nos libró de la poda en la temporada de 1989-1990. Si se consigue establecer este criterio, va a suponer para los madrileños una mejora de primer orden en su calidad de vida y ayudará muy significativamente a mejorar la imagen de la capital cultural de Europa en el año 1992, y mejorará la sensibilidad de nuestros conciudadanos, a veces tan afectada por la polución.-

vicepresidente de la Sociedad Española de Arbolistas.

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