Tribuna:

¿Qué tal?

Después de tantas semanas sin hablarles, ésta tiene que ser por fuerza una columna de saludo. Un reencuentro. Una especie de pasión ciega por el calor y por los países que en invierno lo disfrutan suele llevarme a pasar la mayor parte de diciembre en algún lugar de América. Es también una forma de no perder contacto con la realidad, de seguir la evolución de la vida de la gente a la que quiero, y que está allí. Cuando regreso, se me acumulan cartas e informaciones perdidas.Aquí tengo, en mi mesa, manifiestos que no he podido firmar porque no estaba aquí, convocatorias para concentraciones y me...

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Después de tantas semanas sin hablarles, ésta tiene que ser por fuerza una columna de saludo. Un reencuentro. Una especie de pasión ciega por el calor y por los países que en invierno lo disfrutan suele llevarme a pasar la mayor parte de diciembre en algún lugar de América. Es también una forma de no perder contacto con la realidad, de seguir la evolución de la vida de la gente a la que quiero, y que está allí. Cuando regreso, se me acumulan cartas e informaciones perdidas.Aquí tengo, en mi mesa, manifiestos que no he podido firmar porque no estaba aquí, convocatorias para concentraciones y mesas redondas a las que, inevitablemente, tuve que faltar. Temas, los de siempre: racismo, xenofobia, feminismo, la guerra. o sea, lo de siempre.

A la vuelta me he enterado de que Marta Sánchez hizo un bolo allá en el Golfo grande, y de que se ha sentido como Marilyn excitando a los marines. Lástima que servidora no estuviera aquí en semejante momento histórico, para recordarle que su precedente directo, por lamentable que resulte, no es la Monroe en Corea, sino Carmen Sevilla -que el Hola sí lo ha contado- cantando en Sidi lfni para las tropas de Franco, en ese momento empeñadas en la lucha contra el moro. Y es que perdemos la memoria con una gran ligereza y también con un sorprendente oportunismo.

Por suerte, llegué a tiempo de que Carmen Rossi me felicitara el fin de año desde una emisora privada de televisión, y, como yo sí sé recordar, me vino a la mente una imagen del No-Do que Basillo M. Patino reproducía en la película Caudillo, con la madre de esta parisiense criatura felicitando a todos los niños del mundo con el mismo motivo, y acabando con un enternecedor ¡Viva España! A su lado, el abuelo movía los labios para asegurarse de que la nena repetía el sermón aprendido.

Ignoro si una memoria así es un don o una condena.

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