Editorial:

Terapia monocorde

LA CERTEZA con que hoy es posible constatar la fase de menor crecimiento en que ha entrado la economía española deja de existir cuando se trata de anticipar su duración y la trascendencia de sus implicaciones. Un entorno internacional adverso y la resistencia a la reducción de las tensiones inflacionistas subyacentes en nuestra economía completan los perfiles de un diagnóstico ciertamente preocupante, de difícil alteración con las terapias económicas practicadas en los últimos años. De tal convencimiento parecían partir las reacciones iniciales de las autoridades económicas españolas al tratar...

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LA CERTEZA con que hoy es posible constatar la fase de menor crecimiento en que ha entrado la economía española deja de existir cuando se trata de anticipar su duración y la trascendencia de sus implicaciones. Un entorno internacional adverso y la resistencia a la reducción de las tensiones inflacionistas subyacentes en nuestra economía completan los perfiles de un diagnóstico ciertamente preocupante, de difícil alteración con las terapias económicas practicadas en los últimos años. De tal convencimiento parecían partir las reacciones iniciales de las autoridades económicas españolas al tratar de atribuir un mayor protagonismo a la política presupuestaria y mostrar su disposición a recuperar actuaciones propias de una política de rentas. Los síntomas de agotamiento de las restricciones monetarias aconsejaban igualmente su relevo en la lucha contra la inflación, tanto más cuanto más evidentes resultaban las distorsiones que el uso prolongado de las mismas estaba generando en los sectores financiero y real de la economía.No será fácil, sin embargo, la concreción de tales propósitos en el presente año. Ni el presupuesto que acaba de aprobar el Parlamento ni mucho menos los casi inexistentes atisbos de concertación social permiten garantizar ese pretendido relevo de la política monetaria. De un convencimiento tal ha dejado constancia el Banco de España en sus recientes actuaciones y en la definición de los objetivos de crecimiento monetario para el año en curso.

La eliminación, a partir del 1 de enero de este año, de los límites al crecimiento del crédito de las instituciones financieras, vigentes desde julio de 1989, no responde tanto a pretensiones relajadoras del control monetario como a la constatación de la pérdida de virtualidad de ese racionamiento, propiciador de circuitos de financiación al margen del sistema bancario.

Las señales de continuidad en el signo restrictivo de la política monetaria se han puesto más explícitamente de manifiesto en la ligera pero significativa elevación, el pasado día 24, del tipo de interés marginal de la subasta de certificados del Banco de España (CBE), que se mantenía inalterado desde junio pasado, con el consiguiente encarecimiento de los precios del dinero en el mercado intercambiario, incluso a plazos para los que las expectativas existentes eran de claro descenso. El levantamiento de las restricciones crediticias tampoco ha impedido al Banco de España asumir un objetivo de crecimiento del crédito que, dado el menor crecimiento del previsto para las Administraciones públicas, se pretende sea similar al del año pasado.

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Ese presumible protagonismo no deseado que en este año volverían a tener las actuaciones monetarias explicaría los frecuentes recursos del ministro de Economía a pedagógicas simplificaciones y relaciones de causalidad (o culpabilidad) entre variaciones de los salarlos y de los tipos de interés con que ha advertido recientemente a empresarios y trabajadores. La tolerancia de la economía española a una terapia tan monocorde como la practicada en los últimos años es hoy sensiblemente menor, y su virtualidad no dependerá tanto del tono con que se anuncie como de la dosificación con que se aplique y del grado de conjunción con el resto de actuaciones de política económica.

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