Crítica:POP

Una sencilla sorpresa

Miqui Puig parece la reencarnación de Fatty Arbuckle -aquel gordo que trabajó con Mack Sennett y Buster Keaton en los comienzos del cine mudo-, convertido en músico pop. Puig es el cantante de Los Sencillos, un grupo formado en 1986 en L'Ametlla del Vallés (Barcelona) por cuatro jóvenes con una edad media de 17 años. Entonces se llamaban Aullidos en el Garaje, y tras incorporar un organista y cambiar de nombre acaban de grabar su primer disco: De placer! La presentación en directo de este trabajo en Madrid fue una agradable e inesperada sorpesa.A pesar de su juventud, Los Sencillos es u...

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Miqui Puig parece la reencarnación de Fatty Arbuckle -aquel gordo que trabajó con Mack Sennett y Buster Keaton en los comienzos del cine mudo-, convertido en músico pop. Puig es el cantante de Los Sencillos, un grupo formado en 1986 en L'Ametlla del Vallés (Barcelona) por cuatro jóvenes con una edad media de 17 años. Entonces se llamaban Aullidos en el Garaje, y tras incorporar un organista y cambiar de nombre acaban de grabar su primer disco: De placer! La presentación en directo de este trabajo en Madrid fue una agradable e inesperada sorpesa.A pesar de su juventud, Los Sencillos es un grupo asombrosamente maduro. Su disco parece destinado a ese mercado formado por un público entre infantil y adolescente, con canciones ligeras, frescas y desinhibidas. En directo, su peso es mucho mayor por la fuerza, convicción y profesionalidad que el grupo imprime a sus composiciones.

Los Sencillos

Miqui Puig (voz), Marlá Roch (bajo, coros), Germán Ycobalzeta (guitarra, coros), Francesc Pascua (órgano Hamiriond, coros), Carles Oliver (batería). Aforo: 400 personas. Precio: 600 pesetas. Sala Universal Club. Madrid, 20 de diciembre.

Miqui Puig es un cantante de tesitura media que aguanta bien los agudos y con enorme garra escénica; el bajista Marlá Roch suple sus limitaciones técnicas con una gran precisión y buen gusto en el fraseo; Francesc Pascua proporciona la tímbrica precisa con su órgano Hammond; Germán Ycobalzeta da sentido a su guitarra, y Carles Oliver posee una contundencia rítmica inusual en un baterista tan joven. Juntos se convierten en un quinteto sólido, ensayado y seguro. Con presencia, ánimo y poder de Convicción.

Sus canciones no aportan nada nuevo y los textos carecende contundencia, pero salvan el escollo por su espíritu, frescura e ingenuidad. Composiciones como No, por eso no (Quiero que tú te vayas de aquí) y Mala mujer parecen destinadas al éxito por su habilidad en la construcción, dentro de un puro lenguaje pop, inocente y elemental.

Cuando el grupo incorpora versiones (Flamenco, de Los Brincos; Under my thumb, de los Rolling Stones) o muestra claramente sus referencias (Rufus Thomas, Rare Earth) mantiene el tipo con dignidad, con un gran sentido de los arreglos y del ensamblaje instrumental, un sonido limpio y referencias al mejor pop con influencias negras de los años sesenta. En el escenario se lo pasaron en grande, transmitieron.ese sentimiento al público y casi al final enloquecieron con La vida es una tómbola, de Marisol. No encandilaron por originales, sino por su entrega, disciplina y competencia profesional. Su aliento en escena fue sencillamente una sorpresa.

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