EL CONFLICTO DE ORIENTE PRÓXIMO

Beduinos, mercaderes y piratas

Las monarquías del Golfo se debaten entre su historia, su religión y el influjo de Occidente

Todo empezó hace casi 100 años. Allá por 1895, elioven Abdulaziz ben Saud llegaba al puerto de Kuwalt después de vagar por el desierto. Tenía 14 años, era sobrino de Saud el Grande y descendiente del profeta Wahhab. Allí fue recibido por el emir Mubarrak Sabah, quien le dio educación y le convirtió en su secretario. Ese joven beduino soñaba entonces con reconquistar el reino de sus antepasados y unificar toda Arabia, y así sucedió en 1932. Desde el 2 de agosto pasado, el rey Fahd (hijo de Abdulaziz) está teniendo la oportunidad de devolverle el favor al emir Jaber (descendiente de Mubarrak Sab...

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Todo empezó hace casi 100 años. Allá por 1895, elioven Abdulaziz ben Saud llegaba al puerto de Kuwalt después de vagar por el desierto. Tenía 14 años, era sobrino de Saud el Grande y descendiente del profeta Wahhab. Allí fue recibido por el emir Mubarrak Sabah, quien le dio educación y le convirtió en su secretario. Ese joven beduino soñaba entonces con reconquistar el reino de sus antepasados y unificar toda Arabia, y así sucedió en 1932. Desde el 2 de agosto pasado, el rey Fahd (hijo de Abdulaziz) está teniendo la oportunidad de devolverle el favor al emir Jaber (descendiente de Mubarrak Sabah), cuyo país fue invadido por las tropas de Sadam Husein.

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ENVIADO ESPECIAL,La historia de los países de la península Arábiga es una continua repetición de guerras, alianzas y engaños. Una sucesión de agresiones de invasores, beduinos, mercaderes, piratas y seguidores de los profetas. Los pequeños Estados del golfo Pérsico nacieron de los viejos puertos piratas y recibieron la bendición del Reino Unido cuando necesitaba aliados para mantener el control de la zona. Los monarcas, príncipes, emires y jeques de la zona pudieron consolidarse como Estados cuando el petróleo no era más que una fuente de energía. Y ahora que el oro negro es un arma política de incalculable valor, se debaten entre su historia, su religión y el influjo de Occidente, que, aunque les apoye contra la agresión iraquí, será el fin de estos sistemas feudales.Ocho países La península Arábiga está dividida en ocho países, aunque más del 80% del territorio pertenece a Arabia Saudí. El resto se lo re parten cinco Estados asociados con Arabia en el Consejo de Cooperación del Golfo (Kuwait, Bahrein, Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Omán), y las dos repúblicas del Yemen (la Árabe y la Democrática Popular). Los seis países del CCG tienen tres cosas en común: el petróleo, la dominación del islam y las monarquías absolutas, aunque algunos hayan hecho ligeros escarceos democráticos. Los Al Saud en Arabia, los Al Sabah en Kuwait, los Sulmán en Bahrein, los Al Thani en Qatar, los Al Abu Said en Omán y los miembros de las siete familias de jeques en cada uno de los Emiratos Árabes llevan años gobernando ininterrumpidamente sus países. En cada uno de esos Estados, la monarquía reinante llegó al poder tras cruentas guerras tribales, y se consolidó mediante alianzas con los invasores británicos, otomanos o persas. Todos ellos quieren ahora hacer olvidar a sus antepasados (mercaderes o piratas) y se mantienen en el poder con la ayuda de la religión y del dinero del petróleo.Los descencientes de Abdulaziz ben Saud forman la más poderosa familia de la península Arábiga, una de las más ricas del mundo. El rey Fahd, que accedió a la corona en 1982, se ha erigido en líder de los Estados del Golfo, aunque algunos de sus vecinos le miren con recelo. Se hace llamar el Custodio de las dos Mezquitas Sagradas (La Meca y Medina) y utiliza la fuerza del islam para mantener al país unido. El concepto musulmán que rige en Arabia Saudí lo creó en el siglo XVIII Muhammad Abu Abdul Wahhab, y la religión wahhabita se impone en todo el territorio.La propia familia real está sujeta a los imperativos religiosos y el rey y sus hermanos se cuidan mucho de no contrariar a la jerarquía musulmana. Los ulemas hacen y deshacen a su antojo, obteniendo todo tipo de concesiones y ayudas oficiales. Es la forma que tiene el rey de asegurarse su apoyo. Por eso, las decisiones políticas y la vida en Arabia Saudí están totalmente mediatizadas por el islam. El Comité para la Supresión del Mal y la Promoción del Bien que protagonizó en 1979 el sitio de la Gran Mezquita, es un auténtico poder en la sombra, y la Mutawa (policía religiosa) es la dueña de la calle cinco veces al día, a la hora de la oración.Junto al poder religioso, la Casa de Saud se sustenta sobre el poder económico. El petróleo que hizo rico al país sigue enriqueciendo a la casa dominante. Los 4.000 miembros de la familia real se reparten los principales puestos en el Gobierno y en las empresas de la nación. Su fortuna personal es incalculable.

El poder político es minuciosamente controlado por los más notables del clan, que ha organizado litigios, incluso guerras, a lo largo de su corta historia. Arabia Saudí no tiene Constitución escrita y los reyes pueden ser puestos o depuestos por la familia real en cualquier momento. La línea hereditaria tampoco queda claramente delimitada, aunque hasta ahora los hijos de Abdulaziz se han ido sucediendo en el trono. Primero fue Saud (1953-1964); luego, Faisal (1964-1975), que murió asesinado, al igual que Khaled (1975-1982), y ahora Fahd, a quien sucederá teóricamente Abdullah, que ejerce de príncipe heredero, primer ministro y jefe de la Guardia Nacional.Padre de 100 hijosAbdulaziz tuvo más de 100 hijos e hijas conocidos, aunque sólo sobreviven 30 hijos varones (las mujeres no cuentan en el reparto del poder político). Los de mayor influencia son los siete hermanos habidos del matrimonio con Hassa ben Ahmad al Sudairi. Además de Fahd, viven todavía los príncipes Sultán, viceprimer ministro y ministro de Defensa; Saif, ministro del Interior; Abdel Ranman, ministro de Agricultura y Agua; Ahmal, Turki y Salmán, que controlan la ciudad de Riad y varias provincias. Los hijos de Faisal (Saud es ministro de Exteriores), Fahd y Sultán ocupan también puestos destacados en la Administración saudí.

Este entramado familiar (ben significa hijo de, y al quiere decir de la casa de) está controlado por el rey Fahd desde que llegó al trono en 1982 con la firme decisión de aumentar el poder familiar en el Gobierno. Personajes históricos en la política saudí como el jeque Yamani, que dirigió la estrategia energética durante 14 años, fueron cesados por el rey a los pocos años de llegar al trono. Oficialmente, la casa real saudí actúa de forma unánime. Sin embargo, a lo largo de la historia se han producido grandes enfrentamientos (Saud y Faisal mantuvieron una dura pugna durante años), solucionados al final por los notables de la familia.

La crisis del Golfo ha vuelto a traer a la superficie algunas fisuras en la familia real. La decisión del rey Fahd de pedir ayuda al Ejército norteamericano y a la comunidad internacional para contener al dictador Sadam Husein ya levantaron algunas críticas dentro de las instancias religiosas y de algunos miembros de la propia familia real. Estados Unidos era (y es) el aliado natural de Israel, auténtico enemigo del pueblo árabe, y dejarlo entrar en Arabia Saudí era una decisión sin precedentes.

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La invasión iraquí de Kuwait ha sido un serio aviso a los reyes, emires y jeques que gobiernan estos países, acostumbrados a comprar a sus enemigos con el dinero del petróleo. Si ganan la batalla contra Irak, probablemente perderán la guerra contra la influencia de Occidente.

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