El Madrid de los años 30

El Teatro de la Zarzuela presta atención esta temporada a La del manojo de rosas con Katíuska el triunfo más grande y persistente de Pablo Sorozábal. Sobre libreto de Carreño y Ramos de Castro, la pieza constituye uno de los escasos testimonios líricos del Madrid de los años 30, asimilador de un nuevo cosmopolitismo sin renegar de sus raíces castizas.Se trata, pues, de una zarzuela renovadora que lo habría sido más en la forma que en el espíritu sin la original partitura del compositor vasco, quien hasta cuando se sirve del folclore lo hace de una forma inédita, muy lejana...

El Teatro de la Zarzuela presta atención esta temporada a La del manojo de rosas con Katíuska el triunfo más grande y persistente de Pablo Sorozábal. Sobre libreto de Carreño y Ramos de Castro, la pieza constituye uno de los escasos testimonios líricos del Madrid de los años 30, asimilador de un nuevo cosmopolitismo sin renegar de sus raíces castizas.Se trata, pues, de una zarzuela renovadora que lo habría sido más en la forma que en el espíritu sin la original partitura del compositor vasco, quien hasta cuando se sirve del folclore lo hace de una forma inédita, muy lejana de los usos tradicionales.

Tan precisa evocación o vivencia abunda en giros, frases, alusiones y decires que los montadores de hoy han limpiado pensando que no serían inteligibles medio siglo después. El ambiente ha sido igualmente estilizado para dar con soluciones de calidad pero distintas a las características de aquel período, que va desde finales de la dictadura hasta la guerra del 16.El barítono Manuel Lanza, reciente premio Gayarre, fue la Figura más interesante del reparto, pero no le acompañó al mismo nivel la soprano Guadalupe Sánchez. Junto al buen hacer del tenor Mario Rodrigo y la gracia efectiva y sobria de Paloma Curros y Enrique Portal, Raúl Sender encarnó con propiedad al Espasa. Enrique Sagi animó la escena con su ambientación y la orquesta, en manos de Roa, sonó con discreción y un tanto baja de pulso.