Editorial:

"Tovarich Gorby"

DESCUBRIR EL alto grado de popularidad de que disfruta en España habrá constituido seguramente una sorpresa para el matrimonio Gorbachov. En las improvisadas encuestas callejeras realizadas por los medios de comunicación el entusiasmo de la gente era patente, por más que los interrogados no acertasen a veces a expresar los motivos concretos de tanta admiración. Pero esos motivos existen, y la reciente concesión del Nobel de la Paz ha venido a reconocerlo. La sinceridad de los esfuerzos emprendidos para desmantelar las tensiones continentales, su voluntad para proseguir el camino de la liberali...

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DESCUBRIR EL alto grado de popularidad de que disfruta en España habrá constituido seguramente una sorpresa para el matrimonio Gorbachov. En las improvisadas encuestas callejeras realizadas por los medios de comunicación el entusiasmo de la gente era patente, por más que los interrogados no acertasen a veces a expresar los motivos concretos de tanta admiración. Pero esos motivos existen, y la reciente concesión del Nobel de la Paz ha venido a reconocerlo. La sinceridad de los esfuerzos emprendidos para desmantelar las tensiones continentales, su voluntad para proseguir el camino de la liberalización y democratización del régimen soviético pese a las ingentes dificultades, su, apuesta por un porvenir sin guerras, son razones más que suficientes para la admiración.Por añadidura, las iniciativas de Gorbachov han hallado siempre eco en el Gobierno español, que muy pronto se tomó en serio las ofertas del líder soviético sobre desarme y que trató de que lo mismo hicieran sus aliados en los foros internacionales. Es posible que también haya facilitado la comunicación entre ambos Gobiernos el hecho de que Gorbachov haya reconocido en González a un político que, proveniendo como él de la cultura tradicional de la izquierda, haya sido capaz de cuestionar con decisión ciertos doctrinarismos que se habían revelado estériles. Es significativa la aclaración del líder soviético en la entrevista concedida a EL PAÍS cuando aseguraba que "la idea socialista no excluye ni la economía de mercado, ni la democracia parlamentaria, ni la libertad y los derechos del hombre". Ese camino de Damasco es bien conocido por los actuales gobernantes españoles.

La visita se ha producido, de otro lado, en vísperas de la cumbre de Roma en la que la Comunidad debía estudiar la ayuda política y económica solicitada por la URS S. Hace unos días se aprobó en Moscú el tránsito soviético a una economía de mercado. Es una buena noticia, pero no llena las estanterías de los supermercados. Por ello, Gorbachov necesita toda la ayuda que pueda obtener del extranjero para combatir la impopularidad inevitablemente asociada a su reforma económica y los riesgos de involución favorecidos por la exacerbación de las tensiones centrífugas. España ha actuado como valedor de esa solicitud y ha predicado con el ejemplo de un crédito de 150.000 millones de pesetas. En Roma, por el contrario, sólo ha encontrado una cauta tibieza. Fue González quien sugirió a Gorbachov la dura realidad: la experiencia española enseña que el apoyo político recibido al desaparecer la dictadura de Franco no se tradujo en una ayuda económica inmediata: "Sólo cuando se establecieron reglas de juego claras [algo que tardó casi 10 años], hubo una respuesta exterior positiva".

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