Crítica:POP

La sencilla dignidad

Roddy Frame es un hombre enigmático y, como tal, no se prodiga demasiado. Cuatro discos forman su bagaje desde que formó en 1980 el grupo Aztec Camera. Tenía 19 años y comenzaba una carrera pausada, consistente y personal. Semioculta y rigurosa. Estrictamente musical.Este escocés comprometido con su tierra -en su canción Killermont Street cuenta cómo Escocia está a merced de los políticos londinenses-, comenzó su actuación haciendo profesión de fe de una de sus afirmaciones más significativas: "Soy un socio de fin de semana de los cantautores con mensaje".

Solo con su guitarra ac...

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Roddy Frame es un hombre enigmático y, como tal, no se prodiga demasiado. Cuatro discos forman su bagaje desde que formó en 1980 el grupo Aztec Camera. Tenía 19 años y comenzaba una carrera pausada, consistente y personal. Semioculta y rigurosa. Estrictamente musical.Este escocés comprometido con su tierra -en su canción Killermont Street cuenta cómo Escocia está a merced de los políticos londinenses-, comenzó su actuación haciendo profesión de fe de una de sus afirmaciones más significativas: "Soy un socio de fin de semana de los cantautores con mensaje".

Solo con su guitarra acústica, durante media hora recordó alguna de sus antiguas canciones, hizo homenajes a Bob Dylan (It's allright, ma), versioneó a petición del público a Van Halen (Jump) y se introdujo en el espíritu de Lou Reed (Sweet Jane). Pero la categoría musical de Roddy Frame fue capaz de aportar novedad a los maestros, convertir clásicos ajenos en creaciones propias y demostrar que es un enorme artista. Y único.

Aztec Camera

Roddy Frame (voz, guitarra), Gary John Sambora (guitarra), Garuna Allan Kulak (teclados), Angela Ciare Kenny (bajo), Frank Tontoh (batería). Aforo: 1.200 personas. Precio: 2.000 pesetas. Sala Universal Sur. Madrid, 24 de septiembre.

En esa media hora en solitario, antes de la aparición en el escenario de su correcto grupo de acompañamiento, Frame evidenció una riqueza como compositor fuera de lo común, basada en alternar líneas melódicas de gran riqueza sobre un solo acorde con sucesiones armónicas de complejidad poco habitual en el pop. Esto, unido a una voz que sostiene una excelenta capacidad interpretativa, permite a Frame introducirse en canciones de tiempo muy lento, de tremendo lirismo y gran intensidad, casi jugando con el silencio.

Pero el escocés se se contentó con enseñar su arquetipo de cantautor. La presencia sus cuatro acompañantes, contundentes y precisos, cambió radicalmente el signo del recital. El sosiego dio paso al vigor; la suavidad de la guitarra acústica a la dureza de los instrumentos eléctricos; el cantautor al rockero. Roddy Frame mantuvo la intensidad, el lirismo y la sencillez.

Canciones enérgicas -Still on fire, Walk out to winter, All I need is everything- constituyeron el eje de la parte eléctrica de Aztec Camera, aunque en el aire quedaron maravillas como Backwards andforwards, realizadas en un ritmo tan lento que parece suspendido, donde Roddy Frame alcanza su plenitud corno compositor y cantante por la intemporalidad de unas canciones que se han convertido en clásicas más por su esencia que por su popularidad.

Lo que comenzó en acústico y continuó en eléctrico, acabó en rock and roll, donde Frame evidenció su amor por la Velvet Underground, por el soul y por la ruptura. Al final, tras dos horas de música, arrojó la guitarra contra el amplificador y nadie pidió más. El público se marchó exhausto. Había asistido a un recital marcado por la sencilla dignidad de Roddy Frame.

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