LAS VENTAS

Un novillo se mató

El sexto novillo salió y se mató. El sexto novillo salió a tal velocidad que parecía el tren bala. Estos novillos de casta van como locos, y así pasa lo que pasa. El sexto novillo-bala, un capote que vio flamear a lo lejos se lo quería comer con patatas, se lanzó en su persecución a galope tendido, cuando ya lo creía al alcance de las astas recreció su furia, desapareció de súbito el capote escamoteado por el capotero que lo capoteaba, y el salvaje derrote que tiró el novillo fue a estrellarse contra las tablas. Derrotar y caer desplomado, todo fue uno. Se agitó convulso el novillo, movió en l...

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El sexto novillo salió y se mató. El sexto novillo salió a tal velocidad que parecía el tren bala. Estos novillos de casta van como locos, y así pasa lo que pasa. El sexto novillo-bala, un capote que vio flamear a lo lejos se lo quería comer con patatas, se lanzó en su persecución a galope tendido, cuando ya lo creía al alcance de las astas recreció su furia, desapareció de súbito el capote escamoteado por el capotero que lo capoteaba, y el salvaje derrote que tiró el novillo fue a estrellarse contra las tablas. Derrotar y caer desplomado, todo fue uno. Se agitó convulso el novillo, movió en lo alto la pata trasera descontrolada y murió. El puntillero le dio un cachetazo por si acaso y allí se acabó la corrida.Dejarse los cuernos en una pared a cualquiera le puede ocurrir; a los toros también. Pero dejarse, además, la vida, es percance doblemente lamentable. Y si, por añadidura, el toro que se deja en la pared cuernos y vida, tiene casta, el percance es triplemente lamentable. En realidad, respecto a la novillada de Bohórquez los lamentos habrían de llegar al infinito, pues toda ella tuvo casta y si por los resultados de la función se juzga, apenas se notó. Alberto Martínez y Antonio Caba, sendos novillos de casta los pasaportaron al desolladero como si no la tuvieran, y el cuarto, que la atesoraba nobilísima, no pudo lucirla a causa de su perniciosa invalidez.

Bohórquez / Martínez, Vázquez, Caba

Novilllos de Fermín Bohórquez, muy bien presentados y encastados; 4º, inválido; 6º se mató de salida alestrellarse contra la barrera. Alberto Martínez: tres pinchazos y media ladeada (silencio); dos pinchazos y estocada corta (silencio). Javier Vázquez: estocada (petición y vuelta); pinchazo y estocada caída (ovación y también pitos cuando sale al tercio). Antonio Caba: estocada trasera y rueda de peones (silencio). Plaza de Las Ventas, 9 de septiembre. Menos de media entrada.

Novillo de casta no tan buena fue el quinto, que se acobardó tras el tercio de banderillas. En cambio la tuvo excelente el segundo, un precioso ejemplar, serio y con trapío. Javier Vázquez le hizo una faena con momentos de auténtica calidad. Salvo algunos desacoplamientos, lógicos en quien aún no ha podido alcanzar la madurez técnica, Vázquez cargó la suerte, ligó los pases, cuajó naturales arreunío, que dicen (y hacen bien en decir), para acabar de un fulminante estoconazo.

Al quinto le porfió muy animoso Vázquez y aunque el novillo se le iba del engaño, algunos muletazos consiguió ligar. Intervino también en quites y los instrumentó por chicuelinas, navarras y gaoneras, lo cual significa que sobre el buen estilo muletero, este Vázquez hijo del foro posee repertorio de capa; una rareza de inapreciable valor en los tiempos que corren. Sin embargo banderilleó con bastante vulgaridad. Javier Vázquez es banderillero, al cuarteo y de mucho correr, a imitación de los matadores-banderilleros modernos, por cierto bastante malos casi todos. Alguien debería explicar a los nuevo matadores-banderilleros que lo importante no es prender lateral sino reunir en la cara del toro; no salir de la suerte haciendo regates como si les persiguiera el sastre, sino andandito marchosamente.

El modernismo hace estragos. Antonio Caba, por ejemplo, imitaba a los toreros modernistas -bastante malos casi todos, también- con alivios de pico, suerte descargada y perdiendo terreno al rematar los pases, faltaría más. Alberto Martínez, por su parte, intentaba el toreo serio pero no acabó de acoplarlo a la boyantía del primer novillo.

El cuatro se derrumbaba cada vez que Alberto Martínez le bajaba la mano y además el público no toleraba a Alberto Martínez que le bajara ni la mano ni nada; a un inválido, no, nunca jamás. El segundo novillo de Antonio Caba fue el que se mató. El suceso tiene precedentes, por cierto. Hace muchos años, al llorado Yiyo, se le mató un toro en Las Ventas de semejante manera. La diferencia es que al Bohórquez le mató el ímpetu incontenible de su casta brava, mientras el otro no tenía ni ímpetu incontenible ni casta alguna, y si se dio coscorrón mortal contra un burladero sería porque se suicidó.

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