Entre Pozuelo y Burgos

"Nadie se queja, excepto algunos políticos profesionales", asegura José Martín Castro, alcalde de la localidad madrileña de Pozuelo de Alarcón. El callejero de esta población de 36.000 habitantes, distante 12 kilómetros de Madrid, tiene dos Generalísimos, avenida y plaza, otra plaza de José Antonio y una avenida más del General Mola.

"Es una batalla muy tonta, aunque los socialistas hayan planteado el cambio de las calles, que se vienen llamando así desde hace 30 años", observa el edil del PP, que obtuvo notoriedad recientemente por una curiosa encuesta que sondeó los hábitos y adi...

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"Nadie se queja, excepto algunos políticos profesionales", asegura José Martín Castro, alcalde de la localidad madrileña de Pozuelo de Alarcón. El callejero de esta población de 36.000 habitantes, distante 12 kilómetros de Madrid, tiene dos Generalísimos, avenida y plaza, otra plaza de José Antonio y una avenida más del General Mola.

"Es una batalla muy tonta, aunque los socialistas hayan planteado el cambio de las calles, que se vienen llamando así desde hace 30 años", observa el edil del PP, que obtuvo notoriedad recientemente por una curiosa encuesta que sondeó los hábitos y adicciones de los vecinos.

En la aneja capital de España se cumplen 10 años desde que 27 calles trocasen sus nombres franquistas por los históricos, con los votos en contra de los concejales centristas. El último vestigio del General Franco, una travesía, se sustituyó por el de Carabanchel Alto recientemente.

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Rótulos nuevos

Pozuelo es un ejemplo de los pueblos que en España pue dan quedar con nombres fran quistas. Luis María Vila, ge rente de una empresa de ser vicios que enumera y rotula calles, confiesa que hace bien poco que un pueblo de Teneri fe encargó nuevos rótulos para una calle del General Franco. No se sabe si eran para renovarse o para inno var. Después de la muerte del anterior jefe del Estado, el 20 de noviembre del 1975, en Melilla se instaló en 1977 una estatua suya con uniforme de comandante de la Legión, a la que no falta un salacot. Pero la ciudad que albergó el primer reducto del poder franquista durante la contienda -el 24 de Julio de 1936 se constituyó en Burgos la Junta de Defensa Nacional, con Mola y Dávila entre sus generales- tiene al menos una decena de nombres franquistas en sus calles.

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Y, desde niño, Pedro Díez Lavín, médico, tuvo que pasearse por la Isla, bajo las placas del General Franco; cruzar la plaza del Cordón atisbando en una esquina el rótulo de Calvo Sotelo y caminar bajo los soportales de la plaza Mayor sabiendo que estaba dedicada a José Antonio. Los varones de su familia -socialistas todos- fueron ejecutados por el bando nacional. "No me resulta agradable", dice sumarlamente. Como portavoz de la oposición socialista admite que los concejales de izquierda no se han planteado pedir un cambio. Francisco Martínez Abascal, concejal de la candidatura independiente de Burgos que controla el gobierno municipal, dice que en el nuevo callejero, con el que se adecuará la toponimia al crecimiento de la ciudad -según este concejal, un 15% ha medrado-, se recuperarán los nombres antiguos de las calles y se bautizarán las calles como los pagos que ahora ocupan.

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