Tribuna:

Punto de vista

¿De qué depende amanecer torpe o feliz? ¿De qué, al enfocar la mirada tras el sonido del despertador, estemos tristes o dichosos? Todo es un misterio. Nada hay más complicado que la sala de máquinas de un bípedo; ni siquiera sabemos dónde está esa sala que arbitrariamente fabrica miedo o alegría. Lo único que sabemos es que cuando la desesperación nos lleva al borde del precipicio algo nos salva, del mismo modo que cuando estamos al borde de la dicha algo nos retira. Decía un personaje de una novela de Mario Lacruz (cito de memoria) que, finalmente, todo conduce a un término medio en el que ni...

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¿De qué depende amanecer torpe o feliz? ¿De qué, al enfocar la mirada tras el sonido del despertador, estemos tristes o dichosos? Todo es un misterio. Nada hay más complicado que la sala de máquinas de un bípedo; ni siquiera sabemos dónde está esa sala que arbitrariamente fabrica miedo o alegría. Lo único que sabemos es que cuando la desesperación nos lleva al borde del precipicio algo nos salva, del mismo modo que cuando estamos al borde de la dicha algo nos retira. Decía un personaje de una novela de Mario Lacruz (cito de memoria) que, finalmente, todo conduce a un término medio en el que ni la desdicha es excesiva ni la felicidad insoportable.Así estamos, y en esas condiciones nos llegan noticias de que, en Alemania, el poderoso marco se extiende como un reguero de pólvora. Hemos visto los rostros de los orientales observando, perplejos, los nuevos escaparates de sus tiendas. Quizá se sientan como Alicia al otro lado del espejo. Creo recordar que, en aquel relato, lo que antes estaba a la izquierda luego estaba a la derecha. Quizá lo que antes de ayer era malo hoy sea bueno, y viceversa. Bien mirado, el punto de vista de la historia sufre tantas alteraciones como el estado de ánimo de los individuos. La historia se despierta un día de buen humor y derriba el mismo muro que construyó un día en el que se despertó desesperada.

Parece, pues, que el punto de vista desde donde observamos la realidad depende de las cosas que están fuera de nuestro dominio. Por eso, es mejor observarla desde el lugar que menos sufrimiento nos produzca. Así, si esta mañana ha escapado usted de las sábanas con la tristeza de un cadáver, busque un punto de vista más consolador. Intente ver las cosas desde donde las mira su cuñada o Solchaga. Repita este ejercicio -cada día y en tres meses habrá perdido- su identidad, si alguna tenía, y se habrá colocado al otro lado del espejo, allí donde la felicidad sólo estriba en tener unos Lewis etiqueta roja.

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