ALICANTE

Amador empata a las figuras

La alegría por la victoria futbolística española empapó a los espectadores y dio un tono futbolístico a sus comentarios: en este aspecto, el local Luis José Amador empató a un trofeo con las dos figuras que le acompañaban en el cartel, aunque fue el auténtico vencedor moral de la tarde.El alicantino, fruto de la incomprensiblemente extinta escuela taurina de la tierra, demostró haber asimilado las buenas enseñanzas de su profesor El Inclusero. Sus extraordinarios pases de pecho eran un canto al clasicismo: prendía el celo del novillo, tiraba de él con lentitud y suavidad y le daba salida al ho...

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La alegría por la victoria futbolística española empapó a los espectadores y dio un tono futbolístico a sus comentarios: en este aspecto, el local Luis José Amador empató a un trofeo con las dos figuras que le acompañaban en el cartel, aunque fue el auténtico vencedor moral de la tarde.El alicantino, fruto de la incomprensiblemente extinta escuela taurina de la tierra, demostró haber asimilado las buenas enseñanzas de su profesor El Inclusero. Sus extraordinarios pases de pecho eran un canto al clasicismo: prendía el celo del novillo, tiraba de él con lentitud y suavidad y le daba salida al hombro contrario, obligándole a un semicírculo. Además, actuó relajado y suyos fueron los efluvios artísticos más importantes de la tarde. Todo ello, pese a sus escasos contratos. Sus pases llevaban siempre la cadencia y el buen gusto. Naturalmente, hubo imperfecciones, pero lo fueron por intentar seguir la ortodoxia al cien por cien. Con la espada tampoco fue perfecto y ello le privó de alcanzar la puerta grande.

Sayalero / Amador, Finito, Jesulín

Cinco novillos de Sayalero y Bandrés. Cuarto de Sánchez Arjona. Los tres primeros terciadísimos, los otros tres de discreta presencia, manejables y flojos. Luis José Amador: oreja; aviso y vuelta. Finito de Córdoba: ovación; oreja. Jesulín de Ubrique: oreja; vuelta.Alicante, 21 de junio. Tercera de Feria. Un tercio de entrada.

Finito fue lo contrario, demasiado envarado y toreando a tirones. Su rutina y mecanicismo intercaló algunos destellos de clase, más en su segundo, que era una raspita, que en el otro, Subió a su marcador una oreja por su oficio ratoneril.

Interesantísima la encastada labor de Jesulín de Ubrique, que opuso también a la esta de su primero. El animal sembró la zozobra entre el peonaje del diestro. Después decreció al palo y desarrolló genio, pero el coletudo le ahormó su cabeza derrotona a base de temple y marcar mucho el viaje, todo ello rodilla en tierra y con mucha estética. Después le toreó con ligazón, mando y facilidad. Al último le aplicó una faena poco estirada, con pendulazos y otros efectismos ojedistas.

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