Se abre una exposición de fotos de Alfonso en el Conde Duque

Desde el legendario estudio de la Gran Vía -escaparate de la vida pública del foro durante décadas-, las fotografías de Alfonso Sánchez han cubierto el corto trayecto hasta el centro cultural Conde Duque y se han instalado en sus salas. Desde ayer y hasta el próximo otoño, curiosos, incondicionales y turistas podrán revivir allí las estampas del Madrid eterno visto por el objetivo del padre de los reporteros gráficos españoles.

Tranvías que parecen chirriar en su soporte de papel fotográfico en blanco y negro, andenes del Metro convertidos en refugios antibombardeos, músicos callejeros ...

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Desde el legendario estudio de la Gran Vía -escaparate de la vida pública del foro durante décadas-, las fotografías de Alfonso Sánchez han cubierto el corto trayecto hasta el centro cultural Conde Duque y se han instalado en sus salas. Desde ayer y hasta el próximo otoño, curiosos, incondicionales y turistas podrán revivir allí las estampas del Madrid eterno visto por el objetivo del padre de los reporteros gráficos españoles.

Tranvías que parecen chirriar en su soporte de papel fotográfico en blanco y negro, andenes del Metro convertidos en refugios antibombardeos, músicos callejeros y la intemporal serenidad de la Cibeles reinando en la Castellana son algunas de las imágenes grabadas en las antiguas placas de cristal del fotógrafo Alfonso, reunidas desde ayer en las paredes del antiguo cuartel de caballería del Conde Duque.

Oficio-arte

Alfonso Sánchez Portela nació en Madrid casi con el siglo, en 1902, hijo de fotógrafo y fotógrafo él mismo desde que, a los 13 años, decidiera cambiar los libros del bachillerato por los artilugios de laboratorio y la pesada parafernalia que requería entonces el oficio-arte de retratar personas, paisajes y cosas.Famoso por sus magníficos retratos de políticos -Julián Besteiro anunciando el fin de la resistencia republicana madrileña en marzo de 1939-, intelectuales -Antonio Machado en el café de las Salesas-, toreros ilustres -Antonio Cañero adornándose en la plaza de Las Ventas- y, por encima de todo, inmortal por haber logrado fotografiar al peligroso Abd el Krim, al que logró convencer para que posara superando miedos religiosos a la cámara, Alfonso fue, hasta su muerte por complicaciones cardiacas el pasado mes de marzo, un cronista excepcional de la vida cotidiana madrileña.

En unos tiempos en los que la movida y la litrona estaban aún por inventar, Alfonso, noctámbulo impenitente, fue capaz de encaramarse en una noche de farra a la efigie de la Cibeles y colgarle una capa para después inmortalizar de esa guisa al símbolo pétreo de Madrid.

Más tarde, Alfonsito, como era conocido en los círculos políticos y culturales del momento, tendría que dar explicaciones de su hazaña ante un Calvo Sotelo paternalmente enojado.

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Después, todo han sido parabienes para Alfonso, fundador de la Asociación de Amigos de la Capa Española. Los alcaldes de Madrid le han perdonado ya aquella algarada de juventud.

Enrique Tierno Galván le impuso durante su mandato municipal la Medalla de Oro de Madrid. Agustín Rodríguez Sahagún inauguró anoche, en el centro Conde Duque, la primera exposición antológica del decano de los reporteros del foro.

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