Tribuna:

El conflicto mundial se desplaza hacia la ecopolítica

Los peligros ambientales, ignorados durante largo tiempo, como los que se han revelado recientemente en Europa oriental, amenazan con hacer estragos en otras regiones a no ser que los dirigentes del mundo se preocupen no sólo de mantener la paz entre unos y otros, sino también de mantener la paz con la naturaleza.

En las secuelas de la guerra fría, la paz y la estabilidad dependerán más de la ecopolítica que de la tradicional geopolítica. Restablecer nuestro equilibrio con la naturaleza resulta ahora tan importante para la seguridad mundial como mantener el equilibrio del poder económic...

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Los peligros ambientales, ignorados durante largo tiempo, como los que se han revelado recientemente en Europa oriental, amenazan con hacer estragos en otras regiones a no ser que los dirigentes del mundo se preocupen no sólo de mantener la paz entre unos y otros, sino también de mantener la paz con la naturaleza.

En las secuelas de la guerra fría, la paz y la estabilidad dependerán más de la ecopolítica que de la tradicional geopolítica. Restablecer nuestro equilibrio con la naturaleza resulta ahora tan importante para la seguridad mundial como mantener el equilibrio del poder económico y militar.Sin una acción concertada, surgirán nuevas tensiones de seguridad nacional. Por ejemplo, muchos de los países más densamente poblados del mundo comparten cuencas fluviales en peligro. La posibilidad de que surja el conflicto por los recursos de agua aumenta con la desertización, la despoblación forestal y la erosión de la capa superior del suelo que, al ritmo actual, eliminarán un tercio de la tierra productiva del planeta en los próximos 10 años.

Los países más ricos no se verán libres de estos conflictos. De hecho, muchos ya se han visto implicados en distintos litigios ecológicos que superan las tradicionales divisiones Este-Oeste; por ejemplo, las controversias por la lluvia ácida entre las naciones europeas, y entre Estados Unidos y Canadá.

El mayor de los peligros radica en los desastres que puede causar el calentamiento del mundo, que podría originar millones de ecorrefugiados. El año pasado, los científicos que miden la temperatura del planeta constataron que la media de 57,61 grados Fahrenheit era la más alta de los 130 años de los que se conservan datos fiables. Esta amenaza que se perfila no es culpa de ninguna nación, ni siquiera de un grupo de naciones. Simplemente refleja el hecho de que la atmósfera es mundial y que nada que no sea una solución global servirá. Y esa solución, a su vez, depende de un cambio básico en el concepto que tiene la sociedad del desarrollo económico. La mayoría de los países en desarrollo no han firmado todavía el Protocolo de Montreal de 1987 para hacer desaparecer progresivamente el uso de los clorofluorocarbonos (CFC), que están agotando la capa de ozono de la tierra.

Acción reparadora

Este protocolo entró en vigor el año pasado. El problema es que los países en desarrollo no pueden permitirse participar. Por tanto, para no anular los esfuerzos de los países desarrollados para reducir los daños causados por los CFC hay que hacer transferencias financieras y técnicas a los países en desarrollo.

Costará entre 2.000 y 7.000 millones de dólares a lo largo de los próximos 10 años traspasar al mundo en desarrollo los medios para adoptar los sustitutivos -más caros- de los CFC que se utilizan en la fabricación de productos tales como neveras y acondicionadores de aire.

El debate crucial sobre cómo pagar la acción reparadora sigue preocupando a los Gobiernos que firmaron el Protocolo de Montreal. El objetivo del protocolo, en su mayor parte, ha sido acordado. Ahora la tarea consiste en descubrir los medios para conseguir una respuesta mundial. Alcanzar esta meta exigirá plantear una ampliación del principio de que "quien contamina, paga", implantando esencialmente la idea de tarifas más que de impuestos.

Las perspectivas de conseguir soluciones prácticas a tiempo de evitar el desastre se difuminan ante el lento ritmo de las negociaciones mundiales sobre el ambiente. El tratado del ozono precisó de 10 años para ser aprobado y no deja de ser un ensayo para resolver el problema mucho más dificil del recalentamiento del planeta. Nos tenemos que mover mucho más deprisa de lo que lo hicimos con el ozono para poder atajar las consecuencias del cambio climático o de lo contrario, podemos encontrarnos fáellmente en un camino irreversible de destrucción.

El Programa Ambiental de las Naciones Unidas se ha fijado el objetivo de coordinar para 1992 como muy tarde los acuerdos necesarios para atajar el recalentamiento del planeta. El coste de sustituir los CFC es muy pequeño comparado con el que tendremos que pagar para reducir los gases que producen el efecto invernadero, especialmente el bióxido de carbono, que por sí solo contribuye con más del 30% al proceso de recalentamiento mundial.

Los países en desarrollo son responsables, de menos del 10% del total de las emisiones industriales de bióxido de carbono que acrecientan el recalentamiento del mundo. Aun así tienen el suficiente potencial para anular los esfuerzos de los países industrializados para frenar la tendencia al recalentamiento.

Acuerdo del ozono

Por ejemplo, los tres países que albergan al 40% de la población mundial -China, India y Brasil- tienen reservas gigantescas de carbón y bosques tropicales. A no ser que encontremos la forma de que los métodos dañinos utilizados para explotar estas reservas no resulten esenciales para las gentes que dependen laboralmente de ellos, los progresos para reducir los gases invernadero se verán anulados. China, India y Brasil se encuentran entre los que consideran que no pueden en este momento permitirse firmar el acuerdo del ozono.

En los países en desarrollo, los recursos naturales contribuyen con un 30% al producto nacional bruto. Representan el 60% del empleo y el 50% de las exportaciones. Tales países tienen poca,o ninguna posibilidad de elección, aparte de continuar gastando sus recursos en su intento de cumplir con los pagos de su deuda exterior colectiva de 1,3 billones de dólares.

Circunstancias tan desesperadas como éstas son causa de recursos desesperados. Algunos países en desarrollo han aumentado las importaciones de los desechos tóxicos procedentes de países industrializados. Este multimillonario comercio clandestino transporta los; desechos peligrosos desde los países ricos, donde los costes de tratamiento y eliminación segura de residuos pueden ascender a 1.000 dólares por tonelada, a países que carecen incluso de los medios más elementales de tratamiento. Los países industriales no salen mucho mejor librados. Se verán obligados, a corto plazo, a enfrentarse a su adicción al crecimiento económico incontrolado y al alto nivel de vida. La simple aritmética demuestra que este crecimiento es insostenible para la matriz de recursos naturales del mundo. El producto mundial bruto se ha multiplicado desde 600.000 millones de dólares a principios de siglo hasta más de 13 billones de dólares en 1989. Este crescendo se ve acompañado por el factor inquietante de que el uso de combustibles fósiles -los principales culpables del recalentamiento del planeta- ha aumentado 30 veces en los últimos 50 años. Hubo un tiempo en el que nos preocupábamos por un futuro en el que se habrían acabado los combustibles fósiles. Ahora tenemos motivos para preocuparnos por si el mundo podrá sobrevivir de su continuo uso y abuso.

El futuro no perdona

A pesar de las señales irrefutables de peligro, algunos expertos occidentales defienden que los problemas ambientales del mundo son tan complejos que la única política factible es hacer tiempo mientras se completan otros estudios.

Los defensores del retraso apuntan el hecho de que la ciencla todavía está trabajando en muchas preguntas sin respuesta referentes a la capa de ozono y a los efectos del ciclo del carbono en la naturaleza. Pero recordemos que en 1987, cuando el Programa Ambiental de las Naciones Unidas pidió la desaparición total de los CFC para finales de siglo, muchos países consideraron que esta urgencia era injustificada. Hoy esos mi smos países están presionando para implantar remedios más radicales, dado que se descubrió que los daños en la capa de ozono eran superiores a lo sospechado.

¿Podemos permitirnos correr los mismos riesgos al enfrentarnos a las posibilidades catastróficas del recalentamiento del planeta?

Existen vacilantes signos de esperanza: el proyecto de ley de Aire Limpio es una prioridad del Congreso norteamericano; los dirigentes soviéticos han declarado que el ambiente es la esencia de la perestroika; a instancias de su primer ministro, Australia ha decidido plantar 1.000 millones de árboles; la primera ministra británica, Margaret Thatcher, ha dicho incluso que la civilización industrial puede estar experimentando inconscientemente con la vida del planeta.

"La gente está exigiendo que sus dirigentes actúen", dijo el presidente soviético, Mijail Gorbachov, cuyo país se enfrenta ahora a las consecuencias de haber enfrentado la industrialización con el ambiente.

El obstáculo para una actuación inmediata y eficaz sigue siendo la falta de voluntad política. Pero el futuro no perdona la falta de resolución. Como advierte Gorbachov: "La historia castiga a aquellos que llegan tarde".

es el director del Programa Ambiental de las Naciones Unidas, cuya sede está en Nairobi.Copyright 1990, New Perspectives Quarterly distribuido por Los Ángeles Time Syndicate.

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