Crítica:MÚSICA CLÁSICA

Un pianista fascinante

La actuación del pianista brasileño José Feghali, que a los 29 años se ha hecho célebre tras ganar en 1985 la medalla de oro en el concurso internacional Van Cliburn, uno de los primeros del mundo, constituía el punto de máximo interés en el último concierto de la Orquesta Nacional. Dirigía esta vez Hans Vonk, un maestro serio y bien formado. Su carrera, muy ligada al ballet y a la ópera, es brillante aun cuando Vonk es uno de esos eternos olvidados por la mayoría de las enciclopedias y diccionarios, si salvamos el Oxford.Nacido en Amsterdam en 1942, estudió en esa ciudad y más tarde tr...

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La actuación del pianista brasileño José Feghali, que a los 29 años se ha hecho célebre tras ganar en 1985 la medalla de oro en el concurso internacional Van Cliburn, uno de los primeros del mundo, constituía el punto de máximo interés en el último concierto de la Orquesta Nacional. Dirigía esta vez Hans Vonk, un maestro serio y bien formado. Su carrera, muy ligada al ballet y a la ópera, es brillante aun cuando Vonk es uno de esos eternos olvidados por la mayoría de las enciclopedias y diccionarios, si salvamos el Oxford.Nacido en Amsterdam en 1942, estudió en esa ciudad y más tarde trabajó con Hermann Scherchen. Asociado a la orquesta del Concertgebouw y al Ballet Nacional Holandés, sus apariciones al frente de la Real Filarmónica de Londres y, en América, con la Orquesta de San Francisco, fueron bien recibidas por público y crítica. Desde 1972 su nombre quedó unido a la orquesta de la radio de su país y en 1977 inició sus actividades como director asociado de la aludida formación londinense.

José Feghali

Orquesta Nacional de España.Director: Hans Vonk. Solista: J. Feghali, pianista. Obras de Mozart y Chaikovski. Auditorio Nacional. Madrid, 30 de marzo.

Tras una viva, pimpante y teatral, en el mejor sentido del término, obertura de El empresario, colaboró con toda eficacia y al margen de cualquier rutina con el pianista José Feghali en el Concierto en do mayor K.467, del mismo Mozart. Felicísima obra que nos saluda, desde el comienzo, con un gesto teatral que recuerda a Leporello, para organizar inmediatamente una estructura ideal y formal perfecta, antes de sumergirnos en la extraordinaria belleza del andante, uno de esos milagros del músico salzburgués, tanto por la invención temática, cuanto por la exacta impostación del solista en la orquesta. Vuelve un cierto aire teatral en el palpitante alegro final, tan natural en su continuidad como en sus procesos modulatorios y, en definitiva, fascinador.

José Feghali es formidable. Posee una técnica preciosista en el sonido y en el juego y hace música alta en todo momento. Se trata de uno de esos intérpretes en los que aparece con acusada anticipación un criterio maduro pulido durante sus estudios londinenses con María Curcio y Cristopher Elton pero de identidad inequívocamente personal. Quien, todavía veinteañero, es capaz de lograr ese movimiento central de Mozart merece el calificativo de superdotado cien veces rubricado por los públicos de los más diversos países.

Con las emociones de este Mozart puro, limpio, alegre y melancólico, una de esas experiencias que la memoria guarda con avaricia, señalamos con piedra blanca -al margen de la Quinta de Chaikovski- el nombre, el arte y la seguridad de futuro de Feghali.

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