Crítica:'ROCK'

El tiempo y el espacio

Conceptos como tiempo y espacio, bajo distintas perspectivas, se barajaron en el concierto de Transvision Vamp, una nueva banda británica de sorprendente aceptación en España. Con una vocalista rubia de frágil sensualidad, mantienenuna imagen que, para su suerte, agrada a públicos muy variados, hasta el punto de hacer posible que hayan vendido en nuestro país 50.000 copias de Velveteen, su segundo elepé.El tiempo apareció con constantes referencias históricas, como base de inspiración inevitable en un grupo basado en viejos géneros: Transvision Vamp se limitan a reciclar, con may...

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Conceptos como tiempo y espacio, bajo distintas perspectivas, se barajaron en el concierto de Transvision Vamp, una nueva banda británica de sorprendente aceptación en España. Con una vocalista rubia de frágil sensualidad, mantienenuna imagen que, para su suerte, agrada a públicos muy variados, hasta el punto de hacer posible que hayan vendido en nuestro país 50.000 copias de Velveteen, su segundo elepé.El tiempo apareció con constantes referencias históricas, como base de inspiración inevitable en un grupo basado en viejos géneros: Transvision Vamp se limitan a reciclar, con mayor o menor descaro, sonidos de los cincuenta, de los sesenta y de los setenta. Todas las canciones de su breve repertorio, firmadas sin ningún recato por alguno de los cuatro miembros del grupo, recuerdan determinados momentos brillantes del pop-rock clásico, rozando en ocasiones el plagio. Como ejemplo de esta afición por lo ajeno sirve su último sencillo, Baby, I dont care, una versión acertada, pero versión a fin de cuentas, del popular Louie, Louie, de The Kingsmen. Instrumentalmente se mostraron serios y convincentes, sin una sola concesión virtuosista y pecando de cierta monotonía. El público disfrutó de su contundencia rítmica.

Transvision Vamp

Wendy James (voz solista), Nick Christian Sajer (guitarra), Dave Parsons (bajo) y Tex Axile (batería). Sala Jácara. Madrid, 4 de octubre.

El espacio flisico, limitado en toda sala de conciertos, se convirtió en el otro protagonista de la noche, ante un intento de los organizadores por transgredir esta racional medida. Calor, humo y toda clase de apreturas e incomodidades impidieron a un buen número de sufridos espectadores, que habían pagado 1.800 pesetas por su entrada, presenciar el concierto en unas condiciones mínimamente aceptables.

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