Crítica:

La sombra de Fosforito

La gran noche flamenca de la presente edición del Festival del Cante de las Minas dejó como saldo una notoria frustración y varias agradables satisfacciones. La frustración se llama Fosforito. El maestro de Puente Genil no se hallaba en condiciones para cantar, evidentemente agotado por unas cuantos fechas de actuaciones diarias, o casi, con sus correspondientes desplazamientos. Entendemos que para cualquier artista es muy atractivo cobrar en días tan seguidos cachés que se aproximan o lleganal medio millón de pesetas, pero Fosforito no se encuentra para estos trotes.Con muchas fatiguit...

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La gran noche flamenca de la presente edición del Festival del Cante de las Minas dejó como saldo una notoria frustración y varias agradables satisfacciones. La frustración se llama Fosforito. El maestro de Puente Genil no se hallaba en condiciones para cantar, evidentemente agotado por unas cuantos fechas de actuaciones diarias, o casi, con sus correspondientes desplazamientos. Entendemos que para cualquier artista es muy atractivo cobrar en días tan seguidos cachés que se aproximan o lleganal medio millón de pesetas, pero Fosforito no se encuentra para estos trotes.Con muchas fatiguitas, sin voz, sin facultades y -lo que es verdaderamente raro en él- sin sentido para administrar las escasas que pudieran quedarle, fue soltando a borbotones unos cantes que se quedaban en sombra, en pura caricatura de su propio cante habitual.

XXIX Festival Nacional del Cante de las Minas

Cante: Curro Malena, Carmen Linares, Vicente Soto, Tomasa la Macanita, Fosforito. Toque: Parrilla de Jerez, Paquito Serrano, Enrique de Melchor. Baile: Javier Barón, con Alfonso el Veneno y Antonio Carbonell al cante; Ángel y Paco Cruz y Antonio Moreno, al toque. La Unión (Murcia), 16 de agosto.

Alegrías antológicas

Consciente de su incapacidad, cometió error sobre error, alargando innecesariamente una actuación que nunca debió producirse. Y aquí ni siquiera puede echarse la culpa a la megafonía, pues la organización del festival propició modificaciones en la misma que dieron un resultado aceptable.

Las satisfacciones tienen también nombre propio. Carmen Linares y Javier Barón. Carmen fue una vez más esa inmensa cantaora, transida de verdad y dejondura, que emociona y convence. Barón se afirma como uno de los más grandes bailaores del presente, con autoridad, con conocimiento, con auténtica clase; sus alegrías, por ejemplo, fueron antológicas.

Los demás tuvieron actuaciones menos significativas, con un nivel medio interesante. Curro Malena fue el cantaor serio de siempre, brillando por siguiriyas y por fandangos. Vicente Soto gustó a muchos y decepcionó a otros; peleó el cante, entregándose a tope, excediéndose quizá en el gesto. La Macanita, en fin, es cantaora corta de repertorio, que por fandangos tuvo notable éxito.

Por lo demás, la noche adoleció de lo que adolecen muchos festivales: repetición de géneros, de estilos, cayéndose en la monotonía. De cinco cantaores actuantes, tres hicieron siguiriyas, cuatro cantiñas, tres bulerías, cuatro fandangos.

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