FERIA DE SAN ISIDRO

Olía a torero

, Olía a torero. Cuando Joselito toreaba al sobrero mansurrón en el centro del redondel, recordaba al maestro... No es que Joselito tenga ya ganada en propiedad plaza de maestro, pero lo parecía ayer. El toreo en su esencia, desde la naturalidad; así lo interpretaba Joselito. Como el maestro..., y ya se dirá quién. Cuando el maestro toreaba desde la naturalidad, la arrobada afición solía exclamar: ¡huele a torero! Eran otros tiempos, claro. Eran tiempos en que se asociaba al toreo el olor del puro habano. Ahora, como no dejan fumar, cuando huele a puro dicen que apesta. El planeta de los toros...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

, Olía a torero. Cuando Joselito toreaba al sobrero mansurrón en el centro del redondel, recordaba al maestro... No es que Joselito tenga ya ganada en propiedad plaza de maestro, pero lo parecía ayer. El toreo en su esencia, desde la naturalidad; así lo interpretaba Joselito. Como el maestro..., y ya se dirá quién. Cuando el maestro toreaba desde la naturalidad, la arrobada afición solía exclamar: ¡huele a torero! Eran otros tiempos, claro. Eran tiempos en que se asociaba al toreo el olor del puro habano. Ahora, como no dejan fumar, cuando huele a puro dicen que apesta. El planeta de los toros sigue la suerte del universo mundo y se llevan otros olores; todos valen, da igual colonia añeja que pútrido sobaquillo. El toreo verdadero se huele poco. En todo lo que iba de feria, sólo se habían percibido ciertos aromillas, y todo lo demás eran tufaradas a mediocridad.

Aguirre / Ortega Cano, Espartaco, Josellito

Toros: 1º y 5º de Aguirre Fernández Cobaleda, con trapío, de escasa codicia; 3º, sobrero de Atanasio Fernández -en sustitución de uno de Aguirre, anovillado e inválido-, con trapío, flojo y manso; resto de Torrealta, de discreta presencia y escaso juego 2º y 6º, con trapío y casta el 4º. Ortega Cano: estocada trasera, rueda de peones y descabello (pitos); estocada trasera perdiendo la muleta (ovación y también protestas cuando sale a saludar). Espartaco: pinchazo y bajonazo (división); pinchazo y estocada sufriendo un pitoriazo en un brazo (oreja con algunas protestas). Joselito: estocada baja (dos orejas, la segunda con algunas protestas); estocada tendida trasera caída (vuelta). Salió a hombros por la puerta grande. Plaza de Las Ventas, 1 de junio. 20ª corrida de la Feria de San Isidro.

Los ayudados por alto, un pase por bajo y el de pecho en ligazón. abrieron la faena de Joselito, que continuó por redondos, Joselito lancea a la verónica. bajita la mano, suave el recorrido, larga y depurada la suerte. Luego el toro se acobardó. Reculaba escarbando, escondiendo la cara entre los brazuelos, y Joselito se cruzaba ante los pitones, la muletita por delante, para tirar de la embestida reservona, embarcarla, vaciar donde se debe y no perder nunca sino ganar siempre el terreno que defendía el toro. Crujieron los olés de las grandes solemnidades, por supuesto que sí; pero lo importante y lo inusual entonces era la expectación enorme; la atención con que los aficionados seguían la técnica y la estética de aquella faena, impecablemente construída. Como cuando toreaba el maestro...

Lamentaban que el toro se hubiera rajado tan pronto, pues entorpeció la continuidad artística de una faena que pudo ser cumbre. Sin embargo las dificultades dieron a Joselito la ocasión de demostrar su valor, su técnica y su torería. Igual le ocurrió a Espartaco, que se encontró con un quinto toro de impresionante arboladura, tardo y sin fijeza. Ahí era donde debía justificar su primacía quien de unos años a esta parte viene mandando en el escalafón de matadores. Y se justificó. Consintiendo y obligando, enceló al toro con coraje, porfió cerca de los pitones, aguantó impertérrito algún parón, empalmó pases de pecho, que es la suerte de moda y gusta horrores, se entregó en el volapié. No olía precisamente a torero, al estilo del maestro, aunque torero había allí, con valor, con genio, con -Y ocación de líder.

Los otros toros de Espartaco y Joselito tenían muy corto recorrido, y ambos diestros estuvieron pundonorosos. También se aliviaban astutamente con el pico de la muleta, que en Madrid es asunto feo, censurable de oficio. Ortega Cano utilizó el mismo recurso y la afición no se lo perdonaba. A Ortega Cano le fue imposible acoplarse tanto con un toro sin fijeza, como con otro encastado. El toreo de Ortega Cano resultó inoloro, incoloro e insípido, y fue penoso que le ocurriera precisamente el día en que los aficionados habían entrado inesperadamente en éxtasis, aspirando unos aromas toreros que les recordaban al maestro... Que era Antonio Bienvenida, nada menos. Al maestro Bienvenida recordó Joselito cuando toreaba al sobrero mansurrón en el centro del redondel.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En