Crítica:'POP'

La noche del gato

Más de una hora tardó Al Stewart, un escocés de 44 años de edad y aspecto cándido, en interpretar The year of the cat, su canción, su razón de ser como compositor e intérprete. Setenta minutos que el cantautor y su grupo llenaron de modo muy digno, brillando con auténtica fuerza a nivel instrumental.Peter Whaite, único miembro fijo de la banda de Stewart, justificó su reciente fichaje para grabar en solitario: domina la guitarra eléctrica, la acústica y la clásica, sabiendo imprimir a cada una de ellas el carácter necesario. El resto de la banda se deja arrastrar por el ambiente ...

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Más de una hora tardó Al Stewart, un escocés de 44 años de edad y aspecto cándido, en interpretar The year of the cat, su canción, su razón de ser como compositor e intérprete. Setenta minutos que el cantautor y su grupo llenaron de modo muy digno, brillando con auténtica fuerza a nivel instrumental.Peter Whaite, único miembro fijo de la banda de Stewart, justificó su reciente fichaje para grabar en solitario: domina la guitarra eléctrica, la acústica y la clásica, sabiendo imprimir a cada una de ellas el carácter necesario. El resto de la banda se deja arrastrar por el ambiente rancio y repetitivo que Al Stewart imprime a sus composiciones, demasiado similares entre sí.

Pero el público disfrutó, y mucho, puesto que todo el repertorio parece un esbozo, con ligerísimas variaciones, en busca de El año del gato. El cantante de Glasgow tiene una forma inconfundible de escribir y una voz aterciopelada perfecta para ese tipo de textos y ritmos. Se le puede achacar un conformismo excesivo, una carencia absoluta de riesgo o alegría, pero puede que sea injusto cuando su única y eterna bandera ha sido la melancolía. Historias de amores rotos que se cruzan con alusiones históricas concretas, de modo aparentemente anárquico y con un nexo de unión musical.

Al Stewart

Al Stewart (voz, guitarra), Peter Whaite (guitarra, acordeón, armónica), Dave Camp (saxo, teclados, bajo), Greig Mesco (batería), Robin Kamble (teclados, bajo, guitarra). Madrid. Sala Rock Club, 2 de mayo.

Así, entre acordes de La bamba o Wild thing, las ocho guitarras que poblaban el escenario cobraron vida, realzando notablemente la recta final de lo que fue un camino demasiado recto y asfaltado.

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