FERIA DE SEVILLA

El público

En ningún otro espectáculo tiene el público el protagonismo que en los toros. En la fiesta es un actor más de la tragedia. Y además es juez.Cada público tiene su personalidad, su identidad. Hay plazas donde el estilo del público adquiere una singular peculiaridad. Por ejemplo, Madrid, Pamplona, Sevilla. En otras plazas esas identidad es menos definida. En aquellas -las singulares- la influencia del público en el desarrollo de la corrida es notoria. Influencia, unas veces positiva y otras claramente negativa.

La plaza de Sevilla se caracteriza por su sensibilidad hacia los ...

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En ningún otro espectáculo tiene el público el protagonismo que en los toros. En la fiesta es un actor más de la tragedia. Y además es juez.Cada público tiene su personalidad, su identidad. Hay plazas donde el estilo del público adquiere una singular peculiaridad. Por ejemplo, Madrid, Pamplona, Sevilla. En otras plazas esas identidad es menos definida. En aquellas -las singulares- la influencia del público en el desarrollo de la corrida es notoria. Influencia, unas veces positiva y otras claramente negativa.

La plaza de Sevilla se caracteriza por su sensibilidad hacia los aspectos rituales de .la corrida. No hay otra plaza donde el culto cobre tanta relevancia. No sólo influye en ello la idiosincrasia sevillana, sino, seguramente también, el ámbito de la celebración. La armonía arquitectónica de la Maestranza, impone también una estética del comportamiento. Probablemente, en la derruida plaza Monumental, inaugurada en 1918 para que toreara Joselito, la actitud del público sería diferente.

Armonía

Armonía, no quiere decir coherencia; la actitud coherente, normalmente, la tiene el aficionado, pero no el público. Es incoherente que se ovacione a un picador por no picar, y en la misma corrida se ponga en pie la plaza por dos magníficos puyazos.

Pero la cortesía no debería ser vehículo de la arbitrariedad o de una actitud excesivamente pasiva o aparentemente indiferente con lo que ocurre en el ruedo. Los aficionados deben cumplir, con su proceder, una función didáctica ha-

cia el público, hacia la masa, que suele.ser ignorante y atolondrada, taurinamente hablando.

El otro día vimos como se pedía, reiteradamente, la devolución a los corrales de un toro porque era manso; o anteayer, como se ovacionaba a dos espontáneos; o como se disparan almohadillas a Curro, al abandonar la plaza, en tanto que apenas hay señales de protesta al terminar su labor; o como se ovaciona un bajonazo al haber quedado toda la espada enterrada; o como permite, con la mayor pasividad, algunos toros sin el más mínimo trapío.

Son actitudes inconvenientes para la fiesta, fruto de un público ignaro. Por eso, es fundamental que el aficionado, con capacidad crítica, manifieste su opinión en los momentos oportunos, no luego en la tertulia.

Frente a esas actitudes inconvenientes, hay, sin embargo, muchos aspectos positivos en las pautas de conducta del público sevillano: los tan cacareados y nunca bien ponderados silencios. Por lo que entraflan de respeto hacia los hombres que están en el ruedo, jugándose la vida; la ponderación de la música a la hora de valorar la actuación de los protagonistas de cada momento, ya sean los matadores, los banderilleros, los picadores -como anteayer a Martín Sanz- o la bravura de un toro; el rechazo inmediato de los gritos estentóreos e inoportunos.

Sensibilidad

Sensibilidad, sí; cortesía, también. Sin que ambas virtudes sean incompatibles con la seriedad de la plaza, de la justa valoración de los comportamientos, del deslinde de lo auténtico de lo ficticio. Ésa es la responsabilidad de la afición sevillana.

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