Editorial:

El virus nacionalista

LA REPRESIÓN de las manifestaciones nacionalistas que han estallado en los últimos días en Georgia ha causado 16 muertos, según las cifras oficiales, mien tras que otras fuentes hablan de un número muy superior. Esta brutal reacción resulta doblemente escandalosa en un momento en que la Unión Soviética, con las elecciones del nuevo Congreso de Diputados, acaba de dar pasos positivos hacia la democratización del sistema. Todo indica que los manifestantes víctimas de la represión, por muy extremistas que fuesen sus consignas, no representaban un peligro para el poder. El ataque contra ellos por ...

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LA REPRESIÓN de las manifestaciones nacionalistas que han estallado en los últimos días en Georgia ha causado 16 muertos, según las cifras oficiales, mien tras que otras fuentes hablan de un número muy superior. Esta brutal reacción resulta doblemente escandalosa en un momento en que la Unión Soviética, con las elecciones del nuevo Congreso de Diputados, acaba de dar pasos positivos hacia la democratización del sistema. Todo indica que los manifestantes víctimas de la represión, por muy extremistas que fuesen sus consignas, no representaban un peligro para el poder. El ataque contra ellos por tropas especiales llegadas de otros lugares de la URSS se produjo en plena noche. Al parecer, la propia Policía Municipal se esforzó -sin conseguirlo- por evitar los choques. Todo ello indica hasta qué punto sigue vigente en Moscú la tendencia a resolver los problemas recurriendo a la fuerza bruta. Todo el prestigio de que goza la perestroika en el exterior puede venirse abajo en pocos días si los dirigentes soviéticos no ponen fin urgentemente a métodos más propios de la época estalinista, de la que ahora aborrecen oficialmente.En el fondo, estas explosiones nacionalistas que se han sucedido en los últimos años en diversas repúblicas son un efecto de la glasnost (transparencia). En la medida en que los ciudadanos pueden expresar más libremente lo que piensan, es lógico que salgan a la superficie unos sentimientos nacionales silenciados durante décadas de dictadura. En una serie de casos, lo que sorprende es que esos sentimientos estén cargados de odio contra otras nacionalidades. Pero la democracia, la tolerancia, el respeto mutuo, son imprescindibles para superar, en un proceso que suele ser largo, odios acumulados en largas etapas de la historia. La URSS no ha conocido tal proceso, y por eso rebrotan sentimientos propios de otras épocas. Así ocurrió el año pasado entre azerbaiyanos y armenios. Ahora, la causa inmediata de las últimas manifestaciones ha sido la demanda de los abjasos, un pueblo integrado en la república georgiana, de separarse de ella. Demanda que ha levantado la protesta airada de los georgianos con grandes manifestaciones en las que a la vez han surgido otras reivindicaciones, incluso la independencia de Georgia.

Tales hechos vienen a confirmar una vez más que el problema nacional representa la mayor amenaza para Gorbachov. Si en los países bálticos las demandas nacionales se han encauzado por la vía legal de las elecciones, en el Cáucaso -ayer en Armenia y Azerbaiyán, hoy en Georgia- el nacionalismo se plasma en grandes manifestaciones con una gran carga pasional propensa al extremismo. El Gobierno soviético se muestra incapaz en estos casos de buscar vías de negociación, de propiciar soluciones políticas teniendo en cuenta los sentimientos mayoritarios de los pueblos de esas repúblicas. Recurrir a los disparos, a los carros de combate, al toque de queda, es la peor solución.

Hasta ahora, Gorbachov ha sorteado la situación en el Cáucaso combinando la represión y ciertos .arreglos provisionales", como el de Nagorno-Karabaj. Pero la explosión de Georgia demuestra que los parches no bastan y que urge adoptar medidas de fondo. La lógica misma de la perestroika exige medidas que otorguen a las nacionalidades -incluso a las poco numerosas- una verdadera capacidad de autogobierno. La libertad es indivisible. Al ampliarse las libertades para el debate político general, no es posible acallar las reivindicaciones nacionales que, con diversos matices, reclaman reformas constitucionales de carácter confederal.

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La sesión del comité central que debía abordar este tema crucial ha sido aplazada reiteradas veces, porque Gorbachov temía que provocase una división que podría complicar su política en otros terrenos.

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