Toreo de escuela

La fiesta se regenera ella solita. Cuando debería suponerse que está en crisis, pues anda denostada por fuera y por dentro no muy santa, abre sus puertas una tarde primaveral, miles de personas se meten dentro para ver lo que allí pasa y lo que pasa es disfrutan de lo lindo con el toreo de escuela que interpreta un torero a carta cabal.Toreó ese diestro a carta cabal, Sánchez Puerto le llaman, según los cánones que marcó Belmonte. Es decir, trayéndose al toro toreado y cargándole la suerte. Las faenas de Sánchez Puerto no fueron redondas, de aquellas que los taurinos elogian diciendo que dio ...

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La fiesta se regenera ella solita. Cuando debería suponerse que está en crisis, pues anda denostada por fuera y por dentro no muy santa, abre sus puertas una tarde primaveral, miles de personas se meten dentro para ver lo que allí pasa y lo que pasa es disfrutan de lo lindo con el toreo de escuela que interpreta un torero a carta cabal.Toreó ese diestro a carta cabal, Sánchez Puerto le llaman, según los cánones que marcó Belmonte. Es decir, trayéndose al toro toreado y cargándole la suerte. Las faenas de Sánchez Puerto no fueron redondas, de aquellas que los taurinos elogian diciendo que dio una jartá pases; no era posible la redondez, con aquellos toros, uno de mucha casta, vivo genio, que se revolvía peligroso, otro todo lo contrario, entre descastado y tullido, incapaz de mantener una embestida medianamente codiciosa.

Vázquez / Mezquita, S

Puerto, CarreteroCinco toros de José Vázquez, desiguales de presencia y juego, flojos, en general con poca casta; 4º de Fernández Palacios, bien presentado, flojo y manso. Pascual Mezquita: estocada (silencio); pinchazo y estocada caída perdiendo la muleta (silencio). Sánchez Puerto: cuatro pinchazos y estocada corta tendida caída (aplausos y también pitos cuando sale a saludar); estocada corta trasera atravesada -aviso con retraso- y descabello (petición y vuelta). José Antonio Carretero: estocada corta desprendida (palmas y también pitos cuando sale a saludar); pinchazo, otro hondo y dos descabellos (silencio). Plaza de Las Ventas, 5 de marzo. Inauguración de la temporada.

Pero aunque hubieran sido más boyantes, tampoco habría podido Sánchez Puerto darles una jartá pases, porque cuando el toreo se hace según dictan los cánones, el toro no aguanta el quebranto físico al que le obliga la hondura de las suertes. La afición lo entendió así, sin necesidad de consultar manuales ni nada. La afición sabe de sobra qué es el toreo, y si no lo sabe, lo intuye. Cuando Sánchez Puerto, la muleta planchá y adelante, se traía al toro toreado, lo embarcaba sobre el eje de la pierna adelantada y lo vaciaba atrás, crujía unánime el olé y todos los denuestos que se han venido oyendo durante la invernada quedaban en el olvido.

La fiesta se regeneraba solita. Si dicen, que digan. Ninguna descalificación tendrá sentido mientras haya un torero que sepa aceptar cara a cara el peligro del toro, para resolverlo con arte. Quizá esto no sea argumento válido para los detractores de la fiesta, pero lo es para quienes gustan de ella, y les vale para reafirmarse en su afición. El único peligro serio de la fiesta de los toros consistiría en que, por aburrida o inauténtica, la rechazara su propia clientela.

Pascual Mezquita fulminó de un estoconazo a su primer toro y fue lo mejor de una faena mediocre, cuyo fuste quedó siempre por debajo de la encastada nobleza del animal. El cuarto era un manso deslucido con el que estuvo voluntarioso. Carretero hizo un buen quite por chicuelinas, bulló en los tercios de banderillas, no se centró en los de muerte. Por estos capítulos, la corrida nunca habría merecido quedar en el recuerdo. En cambio algunos aficionados salían de la plaza toreando, para explicar cómo lo hizo de bien Sánchez Puerto en determinados pasajes de su primera faena o en el tramo final de la segunda, cuando ligó naturales, luego redondos, y después lo abrochó todo engarzando el pase de la firma dibujado con el trincherazo solemne.

Muchos quisieran volverlo a ver enseguida y resulta que no es posible: el empresario ya ha cerrado todos los carteles del mes. La fiesta se regenera solita, sí, al conjuro del toreo de escuela, pese a los irresponsables esfuerzos que hacen para que no se regenere quienes la tienen bajo su dominio y la manejan a su antojo.

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