Crítica:

El gran arte de Castillo y Corostola

De nuevo ante la Orquesta Nacional de España, el director soviético Gennadi Rozhdestvenski (Moscú, 1931) dirigió un programa enteramente español; es decir, aceptó las obras anunciadas y previstas por Jesús López Cobos antes de su dimisión. Es de agradecer la actitud del maestro invitado, aunque esté dentro de los usos de un profesional serio y tan competente como el actual maestro de la orquesta estatal del Ministerio de Cultura de la URSS.Desde luego, con uno u otro maestro, debe ser obligado por parte de un conjunto sinfónico nacional, primero entre los españoles, un mejor conocimiento de la...

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De nuevo ante la Orquesta Nacional de España, el director soviético Gennadi Rozhdestvenski (Moscú, 1931) dirigió un programa enteramente español; es decir, aceptó las obras anunciadas y previstas por Jesús López Cobos antes de su dimisión. Es de agradecer la actitud del maestro invitado, aunque esté dentro de los usos de un profesional serio y tan competente como el actual maestro de la orquesta estatal del Ministerio de Cultura de la URSS.Desde luego, con uno u otro maestro, debe ser obligado por parte de un conjunto sinfónico nacional, primero entre los españoles, un mejor conocimiento de la obra de Falla, en su integridad, pues la versión completa del ballet El sombrero de tres picos dejó bastante que desear, especialmente en lo meramente ejecutivo, pero también en los conceptos aparentemente formularios del director invitado, que quizá había supuesto, con buena lógica, que, con Manuel de Falla, en Madrid todo marcharía como la seda. La brillantez obtenida en la jota final (uno de los trozos que la orquesta frecuenta) y la popularidad de los pentagramas justifican los grandes aplausos recibidos.

Orquesta Nacional de España

Director: G. Rozhdestvenski. Solista: P. Corostola (violonchelo). Obras de Gerhard, Castillo y Falla. Auditorio Nacional, 17, 18 y 19 de febrero.

Los hubo, aunque mesurados, para la suite de Don Quijote, de Robert Gerhard, partitura nada fácil, de evidente calidad, pero con mucho menos ángel que la de su amigo don Manuel. La lectura, de una grisura casi desesperante, no atrapó el interés de la audiencia.

Punto culminante en la labor de Rozhdestveriski y la ONE fue el estreno madrileño del Concierto para violonchelo de Manuel Castillo (Sevilla, 1930), protagonizado magistralmente por el gran Pedro Corostola, para quien la obra fue pensada y escrita. No es el Concierto música conservadora, pero tampoco se afilia al difuso concepto de posmodernidad, sino un mensaje fuerte y bellamente personal que figurará por derecho propio en lo mejor de nuestro repertorio. Las relaciones motívicas y estructurales de los tres movimientos, la ligereza de la andadura, la lógica combinatoria instrumental, todos los valores musicales se suman para otorgar a la obra ese "ritmo interno" que demandaba Falla. Si Corostola tocó como un verdadero maestro en los diversos aspectos de la técnica, en la hermosura del sonido, en el perfecto fraseo y en la honda penetración hasta desentrañar las más secretas intenciones del autor y explicarlas a los oyentes con meridiana claridad, el director y la ONE fueron colaboradores de alta calidad.

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