Editorial:

En torno a una mesa

ES DIFÍCIL prever hasta dónde pueden llevar las negociaciones entre el Gobierno y la oposición iniciadas oficialmente en Polonia esta semana, pero la constitución misma de la mesa redonda -cuya composición ha sido objeto de numerosos tiras y aflojas- representa ya en sí misma un acontecimiento sin precedentes en la historia de los países comunistas. No pocos de los que se sientan en esa mesa han sido encarcelados durante largos períodos como "enemigos del socialismo". Aunque las dos partes tienen en la negociación sus propios objetivos, parece indudable que Solidaridad ha obtenido una clara vi...

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ES DIFÍCIL prever hasta dónde pueden llevar las negociaciones entre el Gobierno y la oposición iniciadas oficialmente en Polonia esta semana, pero la constitución misma de la mesa redonda -cuya composición ha sido objeto de numerosos tiras y aflojas- representa ya en sí misma un acontecimiento sin precedentes en la historia de los países comunistas. No pocos de los que se sientan en esa mesa han sido encarcelados durante largos períodos como "enemigos del socialismo". Aunque las dos partes tienen en la negociación sus propios objetivos, parece indudable que Solidaridad ha obtenido una clara victoria al ser tenida como una igual por el Gobierno a la hora de discutir el futuro político del país. De hecho, en el seno del partido comunista, Jaruzelski y el ala reformista tuvieron que librar una batalla difícil con el sector duro para poder ofrecer a Solidaridad su legalización, sin la cual ésta se negaba a negociar.Pero aún más trascendental es el temario puesto sobre la mesa. No se trata sólo de una reforma económica -cuya urgente necesidad nadie pone en duda- y de la legalización de Solidaridad, sino que el Gobierno ha adelantado propuestas encaminadas a una transformación real del sistema político. El objetivo es preparar una nueva Constitución y unas elecciones al Parlamento que den cauce a la expresión de la diversidad de corrientes que existen en la sociedad. Oficíosamente se habla incluso de la posibilidad de que el partido comunista sea minoritario en la futura Cámara. El objetivo del Gobierno es, en una etapa de vacas flacas y de ajuste económico, comprometer a la oposición con esa política, pero bienvenido sea si, para ello, el régimen en el poder acepta discutir con la oposición cómo desmontar las estructuras del socialismo real.

El portavoz del Gobierno, al explicar a los soviéticos en las columnas de Pravda los cambios de Varsovia, asegura que legalizar Solidaridad y orientarse hacia el pluralismo era "una cuestión de ser o no ser" para los comunistas polacos. Económicamente, el país está -según ha dicho el jefe del Gobierno- "al borde del abismo". Sin acuerdo con la oposición es imposible emprender una reforma que permita salir del agujero. Desde hace varios años, primero con métodos represivos duros, luego con formas políticas más blandas, como el referéndum de 1987, se ha pretendido deshacer o marginar a Solidaridad, pero todos esos intentos han fracasado. Los hechos han obligado al Gobierno a admitir que la negociación y el pluralismo son un imperativo nacional. Sólo se niega a verlo el núcleo neoestalinista que, derrotado por Jaruzelski en el último Comité Central, sigue teniendo peso en el aparato y creará sin duda nuevas dificultades en el proceso que ahora se inicia.

Después de los pasos dados por Hungría hacia el pluralismo, Polonia representa una nueva ruptura en el sistema monolítico y autoritario que ha predominado tanto tiempo en el Este europeo. Con rasgos propios porque, históricamente, Polonia ha sido siempre un caso aparte. En su evolución, las oleadas de huelgas y manifestaciones obreras han desempeñado siempre un papel fundamental, lo que tuvo en 1980 su más alta expresión con la creación del sindicato Solidaridad. En la fase actual, mientras en Budapest el proceso reformista se desarrolla en gran parte dentro del partido, en Varsovia, Jaruzelski tiene que aceptar, para que la reforma sea viable, un diálogo de tú a tú con la oposición. Los símbolos cuentan en política. Ver a Walesa tratado como "jefe de la oposición" tendrá impacto en los otros países del Este, y quizá, sobre todo, en los más reacios a la reforma.

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