Crítica:DANZA

Líneas béjartianas y matiz español

Después de vanas giras por capitales españolas y de su presentación en Barcelona la semana pasada, el Ballet Víctor Ullate ha vuelto a Madrid para contagiar al público del Centro Cultural de la Villa la vitalidad y energía que caracterizan a la compañía.El programa que ofrecen en esta minitemporada madrileña -estarán en cartel sólo hasta el próximo 28 de enero- es el mismo que presentaron el mes de julio último en el Conde Duque de Madrid. Arraigo, la última coreografía de Víctor Ullate, es una fantasía sobre el trabajo de ritmos flamencos pasados por sintetizador que ha hecho Jerónimo ...

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Después de vanas giras por capitales españolas y de su presentación en Barcelona la semana pasada, el Ballet Víctor Ullate ha vuelto a Madrid para contagiar al público del Centro Cultural de la Villa la vitalidad y energía que caracterizan a la compañía.El programa que ofrecen en esta minitemporada madrileña -estarán en cartel sólo hasta el próximo 28 de enero- es el mismo que presentaron el mes de julio último en el Conde Duque de Madrid. Arraigo, la última coreografía de Víctor Ullate, es una fantasía sobre el trabajo de ritmos flamencos pasados por sintetizador que ha hecho Jerónimo Maesso.

La obra con la que el ballet de Víctor Ullate se presentan en el Centro Cultural de la Villa se ha ido puliendo en sucesivas representaciones y tiene ahora mucha más vida. Los contrastes entre la sequedad de las líneas béjartianas y los matices españoles y entre los distintos ritmos han cobrado nuevo relieve, quizá porque los bailarines atacan ahora la endiablada propuesta con mucha más seguridad que en el verano, cuando la estrenaron.

Ballet Víctor Ullate

Arraigo (Ullate / Maesso). Amanecer (Ullate / Mendelssohn). Escenografía: Kesso Dekker y Mampaso. Diseño de luces: J. Jansen y Freddy Gerlache. Director técnico: Paco del Castillo. Director: Víctor Ullate. Madrid, Centro Cultural de la Villa, jueves 19 de enero.

Espléndido cuerpo de baile

El cuerpo de baile está espléndido, y entre los solistas, Igor Yebra, en su tanguillo, y María Giménez, en la petenera, destacaron especialmente, aunque, a decir verdad, todos se lucieron. Lo único que no acaba de encajarse del todo en este ballet es el personaje de Jeromín, el hombre del paraguas, que choca de una forma desconcertante con el conjunto sin lograr ni dar un sentido dramático a la coreografía -que no por su presencia deja de ser un ballet sin argumento, a base de líneas y ritmos- ni introducir suficiente misterio como para creer en algún tipo de clave. Quizá el sentido se haría transparente si fuera el propio Ullate quien lo bailara. Carlos Enrique Aranda se desempeña bien, pero deja la impresión de que se ha equivocado de escenario. Aunque quizá quiera ser precisamente eso, el desarraigado en este arraigo, el propio autor en un entorno del que aún no se siente del todo parte.Amanecer, montado a base de un movimiento mucho más fluido en una línea de trabajo cercana a Kylian, permite que los bailarines se recreen en sus pasos siguiendo la música de Mendelssohn, después de los rigores electrónicos de la primera parte del espectáculo.

El público también disfruta mucho, en plena compenetración con esta compañía de jóvenes que bailan mejor que muchos veteranos y que están desarrollando un papel clave de difusión del ballet moderno en el país, aun antes de haber cumplido un año de existencia. El ensanchamiento del repertorio es ahora su gran desafío.

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