Crítica:MÚSICA

Acústica ideal para el sonido del Cuarteto Borodin

El lunes, como muchos otros días, el Auditorio Nacional funcionó casi a tope: dos conciertos en la sala grande y uno en la de cámara. En ésta lucieron sus mejores condiciones acústicas al recibir el sonido más idóneo: un cuarteto de cuerda de tan insólita calidad como es el Borodin de Moscú, fundado en 1946 y que desde entonces sólo ha sustituido a uno de sus componentes, el violinista Doubianski, por Miachil Kopelman. Unidos en el estilo y la técnica, como procedentes todos del mismo centro musical, tanto el solista citado como sus colegas, el violinista Abramienkov, el violista Shevalin y el...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

El lunes, como muchos otros días, el Auditorio Nacional funcionó casi a tope: dos conciertos en la sala grande y uno en la de cámara. En ésta lucieron sus mejores condiciones acústicas al recibir el sonido más idóneo: un cuarteto de cuerda de tan insólita calidad como es el Borodin de Moscú, fundado en 1946 y que desde entonces sólo ha sustituido a uno de sus componentes, el violinista Doubianski, por Miachil Kopelman. Unidos en el estilo y la técnica, como procedentes todos del mismo centro musical, tanto el solista citado como sus colegas, el violinista Abramienkov, el violista Shevalin y el violonchelista Berlinski, son, individualmente, valores contratados y, en la suma del cuarteto, algo literalmente maravilloso.

Ciclo de cámara y polifonía

Cuarteto Borodin de Moscú. Obras de Borodin, Shostakovich y Beethoven. Auditorio Nacional, 16 de enero.

Fresco y atractivo

El un tanto olvidado Cuarteto en re de Borodin (el del un día supercélebre Nocturno) sonó en manos del cuarteto Borodin como algo nuevo,fresco y superlativamente atractivo. Lo que podría aplicarse a la increíble interiorización del Cuarteto en fa menor número 11 de Shostakovich, escrito en 1966, un libre y hondo soliloquio sobre la desolación. Quedó sustituido el Cuarteto en do menor de Brahms por el Cuarteto enfa mayor, opus 18, de Beethoven.La cima interpretativa fue tan alta como en las anteriores versiones, y a la expresiva calidad sonora se sumó la claridad de ejecución y planificación y ese aire de sencillez y cotidianidad que sólo los grandes consiguen para la exposición de las obras, sean éstas complejas o no. El éxito fue total, y los músicos soviéticos tuvieron que ofrecer un par de propinas: la primera, una rararnente oída Serenata española, de Borodin; la otra, dos piezas de Shostakovich en las que campea la ironía propia de sus años jóvenes, tan aguda como en La polca, segunda de las piezas citadas.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En