La tradición navideña de "Los sobrinos del capitán Grant" vuelve a Bilbao

En Bilbao se considera Los sobrinos del capitán Grant una especie de Hansel y Gretel local. Tradicionalmente representada en las fiestas navideñas, esta zarzuela ha servido de introducción al género a varias generaciones, de rito lúdico a muchos aficionados. Tras 25 años de ausencia, la original partitura de Manuel Fernández Caballero (1877), sobre texto de Miguel Ramos Carrión, volvió ayer a subir a los escenarios del teatro Arriaga, en una producción propia dirigida por Luis Iturri, con escenografía de Juan Carlos Eguillor.

Julio Caro Baroja lo recuerda con afecto en sus memorias ...

En Bilbao se considera Los sobrinos del capitán Grant una especie de Hansel y Gretel local. Tradicionalmente representada en las fiestas navideñas, esta zarzuela ha servido de introducción al género a varias generaciones, de rito lúdico a muchos aficionados. Tras 25 años de ausencia, la original partitura de Manuel Fernández Caballero (1877), sobre texto de Miguel Ramos Carrión, volvió ayer a subir a los escenarios del teatro Arriaga, en una producción propia dirigida por Luis Iturri, con escenografía de Juan Carlos Eguillor.

Julio Caro Baroja lo recuerda con afecto en sus memorias familiares. "En la época de Navidad era de rigor ver Los sobrinos del Capitan Grant", afirma en Los Baroja. Para Indalecio Prieto supuso su primera experiencia teatral. "En 1893 con sólo 10 añitos a cuestas, cuando trabajaba de recadista en Bilbao, pude contemplar esta obra desde las localidades altas del teatro Arriaga". Muchos bilbainos ilustres la hicieron suya a lo largo del siglo incorporándola al rito de las celebraciones navideñas."Tengo asociada la obra a mis recuerdos de la infancia. Las imágenes de las escenas en el fondo del mar son para mí imborrables. Los sobrinos... es un mundo de fantasía, de ilusión; un viaje de aventuras disparatado, con volcanes en erupción, terremotos, trenes que descarrilan o árboles que se hunden, algo así como un Indiana Jones de finales del siglo pasado", afirma el dibujante Juan Carlos Eguillor, autor de la escenografia de Los sobrinos del capitán Grant.

Entre el comic y los collages de grabados antiguos, sus dibujos ilustrarán los 18 cuadros que conforman la obra en cuatro actos. Mediante retroproyección controlada por ordenador se mostrarán en pantalla de 10x6 metros, sirviendo de fondo a la representación. La obra se presenta en el teatro Arriaga, de Bilbao, hasta el próximo 30 de diciembre.

Computadora

En la sala de exposiciones del teatro se monatarán los bocetos de los decorados, diseños, figurines y un cuaderno de bitácora del capitán Grant "como si fuese un personaje inventado, uno de esos capitanes de barco de Lequeitio, con su baúl, partiendo hacia lo desconocido". Es la primera escenografia de Juan Carlos Eguillor, "dibujante bilbaíno nacido accidentalmente en San Sebastián", 41 años, investigador inquieto de la utilización de las computadoras en el mundo de la imagen, desde los sistemas de creación de decorados sintéticos tridimensionales aplicables al medio televisivo hasta proyectos multimedia de videoteatro con referencia a la ópera en sus aspectos de riqueza visual, espacios teatrales y conceptos arqui tectónicos. Actualmente prepara con Javier Gurruchaga y Juan Potau el guión del programa fin de año de TVE, así como la cabecera y efectos especiales del mismo.El amplio reparto de personajes -Capitán Mochila, Doctor Mirabel, Soledad, Ketty, Sir Clyron, Jaime, Escolástico...será movido en escena por Luis Iturri, contándose con las voces de Milagros Martín, Teresa Verdera, Jesús Castejón o Francisco Matilla. La Orquesta Sinfónica de Bilbao, bajo la batuta de Pascual Ortega, dispondrá de la colaboración del Coro de la Universidad del País Vasco a las órdenes de Julen Ezkurra.

Probablemente, a muchos espectadores bilbaínos este viaje accidentado y paródico de Julio Veme, esta zarzuela que parece una revista les supondrá el reencontrarse con la nostalagia de unos tiempos no tan lejanos y a buen seguro llevarán a sus hijos para compartir una ingenuidad que, por perdida, se añora.